Coche del día: Ford Urban Ghia

Coche del día: Ford Urban Ghia

Presentado en 1975, este prototipo con el motor del Ford Fiesta iba destinado al congestionado tráfico de las grandes ciudades.


Tiempo de lectura: 4 min.

En líneas generales, posiblemente el mundo del automóvil no haya conocido una expansión similar a la vivida durante los años sesenta. Una década en la cual el consumo se disparó a tasas nunca antes vistas, convirtiéndose en una norma generalizada para casi todas las capas sociales. De esta manera, al menos en el occidente capitalista, la sociedad pasaba a basarse en el constante flujo de bienes y servicios que, en muchas ocasiones, se programaron bajo la llamada obsolescencia programada; un mecanismo destinado a acelerar aún más la rueda productiva.

Asimismo, todo esto fue enmarcado por un crecimiento exponencial en lo referido a la población urbana. Un proceso conocido en España como “éxodo rural” aunque, igualmente, se estaba dando en todo el planeta según avanzaba el sector servicios al compás de la mecanización vista en la agricultura y la ganadería. En suma, cada vez había más gente con posibilidades de comprar un automóvil y cada vez más de esta gente vivía en las ciudades.

Así las cosas, antes de acabar la década de los sesenta multitud de fabricantes abordaron con interés renovado todo lo relacionado con la movilidad personal de corte urbano. Un campo donde Japón llevaba una gran ventaja -ahí están los Kei Car para demostrarlo- aunque, al mismo tiempo, países como Italia o Reino Unido habían hecho también sus primeros deberes presentando modelos como el 500 o el Mini respectivamente.

Es más, incluso la Ford de Inglaterra ideó un prototipo de vehículo urbano para dos pasajeros: el Comuta. Con propulsión eléctrica y, dicho sea de paso, abandonado por el tremendo peso de sus baterías; responsables de hacerlo pesar en báscula más que un Mini aún teniendo un habitáculo muchísimo más escueto que el presentado por el diseño de Alec Issigonis. Y es que, al fin y al cabo, si aún a día de hoy los vehículos eléctricos siguen presentando problemas en relación a su peso y autonomía, imaginemos cómo era esto hace más de medio siglo.

ford urban ghia (2)

El crecimiento de las ciudades provocó un tráfico tan congestionado como el que, por ejemplo, ya había en Japón; debido a ello los fabricantes occidentales vivieron un renovado interés por los microcoches

Llegados a este punto, los setenta contemplaron la aparición de una nueva oleada de diseños estrechamente relacionada con los microcoches posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Eso sí, esta vez no por falta de posibles entre los compradores sino por pura coherencia para con el tráfico urbano. Un contexto en el cual, en 1975, Ford lanzó su prototipo Urban Ghia. Para empezar, en él se había desechado el coqueteo con las fórmulas eléctricas para montar el mismo motor de combustión con el cual se equipó a muchos de los primeros Fiesta.

Colocado en posición trasera, esto daba al Urban Ghia un curioso comportamiento al ser un vehículo extremadamente ligero y, al mismo tiempo, con propulsión trasero. Además, cubriendo esta mecánica se incorporó una carrocería diseñada por Ghia. Absorbida por Ford durante la década anterior, la antigua carrocera italiana se integró como una referencia de estilo y acabados en el conglomerado estadounidense, encargándose al mismo tiempo de diversos ejercicios de estilo como el aquí presentado.

ford urban ghia (1)

Más allá de su utilidad o buen diseño, lo cierto es que el público de los años setenta podía permitirse automóviles más amplios que un simple microcoche; por ello los conceptos urbanos como éste no tuvieron hueco en el mercado

Ahora. ¿Era creíble el Ford Urban Ghia? Pues lo cierto es que sí. Podría haber sido un vehículo perfectamente homologado y comercializado; más aún si vemos cómo no se decidió hacer florituras extrañas con la motorización, escogiendo una ya en pleno uso masivo. Sin embargo, lo cierto es que si bien este diseño -como el de otros microcoches de los setenta- era realmente apto para la ciudad, el público de la época no estaba tan depauperado como el de los años cuarenta y cincuenta. Resultado de ello es que nadie capaz de pagarse un Fiesta o un 127 iba a renunciar al mismo por un vehículo tan extremadamente concreto como éste.

Con todo ello, Ford no creyó conveniente desarrollar un automóvil destinado a un nicho comercial tan pequeño -gente con el capricho de tener algo así y, claro está, con uno o más coches operativos ya en su garaje- por lo que, finalmente, desechó la idea. Una pena.

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Sobre mí

Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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