El Ford Sierra 2.0i S estaba considerado como una “berlina deportiva” o “pseudo deportiva” allá por 1986. Su carrocería de tres puertas, su motor dos litros, su comportamiento; todo apuntaba hacia el disfrute a los mandos sin afectar a los consumos y al confort. También es cierto que eran otros tiempos, en una España donde un motor dos litros era un motor grande y las carreteras estaban plagadas de modelos con menos pretensiones velocísticas.
La puesta en escena del Ford Sierra fue todo un acontecimiento. Eran el reemplazo del Taunus, al que dejó viejo casi al instante con una línea que levantó toda clase de comentarios y opiniones. Fue muy rompedor, aunque eso supuso un problema durante los primeros compases de su comercialización y costó que las ventas despegaran. Sin embargo, aunque estéticamente eran un coche muy avanzado para los años 80, técnicamente era bastante clásico, con una configuración de motor delantero y propulsión, acompañado de McPherson delante y ruedas tiradas detrás. De hecho, era tan clásico, que los frenos traseros eran de tambor.
El Sierra 2.0i S pretendía ser una variante deportiva, destinada a los conductores con ganar de tener ese algo más que ofrece siempre una variante de este tipo, pero, curiosamente, había cosas que, según la prensa de la época, le hacían menos deportivo que los demás. En el número 1.385 de la revista Autopista, se publicó una comparativa en la que aparecía el Ford Sierra 2.0i S, y se enfrentaba a varios rivales como el Opel Ascona GT o el Citroën BX Sport. Pues bien, se consideraba que el Sierra era menos deportivo, porque su motor tenía inyección y no una doble carburación. Bueno, en realidad decía que “siempre se ha considerado menos deportiva a la inyección”.
La personalidad del Ford Sierra era notable, destacaba por encima de sus rivales sin importar su versión
Cosas así han pasado siempre, los avances se han considerado menos en algún apartado, pero ahora, seguramente nadie quiera una carburación, por muy deportiva que fuera, ¿verdad? Era la evolución, y el Ford Sierra 2.0i S era el ejemplo, un coche con motor de cuatro cilindros, 1.993 centímetros cúbicos, culata de dos válvulas y un solo árbol de levas, capaz de rendir 115 CV a 5.500 revoluciones y 16,3 mkg a 4.000 revoluciones. Este propulsor se combinaba, quizá, con un cambio de desarrollos algo largos, pues la cuarta tenía 28,80 km/h a 1.000 revoluciones y la quinta 35,13 km/h a 1.000 revoluciones, lo que afectaba a las recuperaciones.
La comparativa antes mencionada, afirmaba que el Sierra 2.0i S tenía un motor muy elástico, pero perezoso a partir de las 5.000 revoluciones, al tiempo que también se volvía muy ruidoso. Era el más lento de la comparativa, pero, por el contrario, era el más cómodo de todos al tener un tarado de suspensiones tirando a blando. De hecho, las suspensiones blandas son un común en todos los Ford Sierra –o en casi todos, obviamente, los Cosworth no van blandos, por ejemplo–, que se combinaba con una de los mejores habitáculos, por espacio, de su categoría.
El Ford Sierra 2.0i S podía alcanzar los 192 km/h, completar los 400 metros con salida parada en 17,3 segundos y los 1.000 metros en 32 segundos, pero curiosamente no era el que menos gastaba. Su cifra media era de unos 8,5 litros y podía llegar a los 14 litros en cuanto se le buscaban las cosquillas.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS