El Ford Scorpio 2.8 4×4 era un coche con bastante sentido. Aparecido en 1985, representaba el coche grande y potente, que casi cualquiera podía conducir o, dicho de otro modo, lo que se hace actualmente con los modelos más prestacionales. Sin embargo, a mediados de los 80, la tracción total era tendencia por su buen desempeño en competición y porque demostró que era una solución ideal para vehículos de producción muy potentes.
La década de los 80 tuvo muchas cosas, pero si nos centramos en el automóvil, podemos destacar, sin lugar a dudas, las peripecias de los Grupo B. Esa locura de categoría no solo lo puso todo patas arriba, también provocó la llegada a producción de soluciones como la tracción total. De hecho, en los años 80 hubo un notable aumento de coches con sistema de transmisión a todas las ruedas, aunque, por lo general, el modelos potentes y caros, pues la tecnología, en aquellos años, no era precisamente barata.
Uno de esos coches fue el Ford Scorpio 2.8 4×4, el modelo más grande y potente que tenía Ford en aquellos años y que, si hacemos caso a lo que decían las revistas de la época, era uno de los mejores de la gama gracias a su facilidad de conducción. De hecho, la revista Autopista, en su número 1.376, publicó una prueba del coche que empezaba diciendo, entre otras cosas, que “el Scopio 4×4 es, simplemente, 150 CV, para todos los públicos…”. Sí, vale, 150 CV no es una cifra desbordante, pero visto con ojos de un usuario actual, en 1985, 150 CV era una cifra respetable y más en un coche de propulsión como el Ford Scorpio.
Si se quería reconocer a un Ford Scorpio 4×4 por la calle, no era fácil. Había que buscar el logo “4×4” colocado en la tapa del maletero, o bien, echar un vistazo a las llantas, específicas de la versión

La presencia de la tracción total en el Ford Scorpio con motor V6 no buscaba extraer la quintaesencia del bastidor o del propulsor, sino aumentar la seguridad, permitir aprovechar mejor las prestaciones y hacer de la conducción algo más placentero para cualquiera y no solo para los que tenían un elevado grado de habilidad al volante. Debemos tener en cuenta que antes hacía falta más capacidades de conducción que ahora, un conductor medio en los años 80, seguramente, era más capaz al volante que cualquier conductor medio actual. Y eso se debía a la ausencia de sistemas de asistencia a la conducción, que obligaban a ser capaz de controlar el vehículo por sí mismo.
Por eso, el Ford Scorpio 2.8 4×4 se colocaba en una posición ideal, sobre todo porque este tipo de coches era el objetivo de gente mayor, cuyas habilidades al volante habían mermado claramente. No era los únicos, obviamente, pero para el resto también suponía una ganancia importante. Máximo Sant, quien firmaba la prueba antes mencionada, decía que la tracción total era algo así como el ABS del comportamiento, pues permitía aprovechar las posibilidades del coche al máximo con mínimo riesgo.
La tracción total montada en el Scopio no era un sistema especialmente complejo y avanzado. El motor, un V6 de 2.792 centímetros cúbicos “todo fundición”, con dos válvulas por cilindro y un árbol de levas para todas ellas en el centro de la V, se colocaba en posición delantera longitudinal. De ahí, la potencia pasaba a una caja de cambios manual de cinco relaciones y a un sistema de transmisión Ferguson con un reparto de par del 34% delante y el 66% atrás.
El peso de todo el conjunto se iba hasta los 1.410 kilos, una cifra que se estimó demasiado elevada para los 150 CV y los 2,3 mkg a 3.000 revoluciones que rendía el motor. También se estimó, al menos en la revista antes mencionada, que sus prestaciones eran algo pobres. La velocidad máxima era de 202,6 km/h, mientras que el 0 a 400 metros se completaba en 17,9 segundos y los 1.000 metros, también con salida parada, en 32,3 segundos. Los 400 metros desde 40 kilómetros/hora en cuarta, requerían 19,3 segundos y los 1.000 metros, desde 50 kilómetros/hora en quinta, necesitaban 36,8 segundos para completarse. Y a modo de curiosidad, los consumos en ciudad subían a 17,9 litros, mientras que en carretera rondaban los 11,9 litros.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS