El Ford Mustang se convirtió, rápidamente, en el deportivo más querido de Estados Unidos en muy poco tiempo, un éxito que tan bestial, que cuando llegó la hora de su reemplazo, todo podía salir mal. Y todo salió mal. La segunda generación del Mustang llegó a un mundo lleno de restricciones de emisiones, una crisis del petróleo que afectó gravemente al desarrollo de nuevos modelos y se pusieron en marcha nuevas leyes en cuanto a casos de accidente. Además, había que sumar un diseño que, todo sea dicho, ha sido uno de los peores que ha lucido el Mustang.
Aun así, las cosas empezaron bien y recibió el premio al Mejor Coche del Año 1974 de la revista Motor Trend y las ventas tenían un gran ritmo, a pesar de la crisis del petróleo que empezó en 1973. Según algunos medios estadounidenses, el Ford Mustang II nunca se desarrolló para ser un reemplazo auténtico, sino más bien una versión que no arruinara a su propietario cada vez que tuviera que acudir a llenar el depósito.
Por entonces, Lee Iacocca estaba al mando de Ford y se buscó que fuera un “tipo de pony car completamente nuevo”. Estaba basado en la plataforma del Ford Pinto y era bastante más pequeño que la primera generación y más ligero –482,6 milímetros más corto y 226,7 kilos más ligero– y se ofreció con motores de cuatro cilindros en línea con 2,3, litros, un V6 Colonia de 2,8 litros y un V8 de 4,9 litros. Todos se podían combinar con un cambio manual de cuatro relaciones o un automático de tres. Sin embargo, las prestaciones era realmente pobres, pues el V8 solo rendía 130 CV –la revista Road & Track registró un 0 a 100 km/h en más de 10 segundos y una velocidad punta de 171 km/h–.
El Mustang más prestacional, y uno de los más horteras –todo sea dicho–, apareció al final de su vida comercial. Tan al final, que solo estuvo disponible el último año de producción: 1978. Se trataba del Ford Mustang II King Cobra, que fue desarrollado para plantar cara al Pontiac Trans Am, o al menos eso se decía. Para su desarrollo, se partió del Mustang 302, al que se le realizaron algunas modificaciones en el motor para ganar algo más de potencia, que pasaba a 142 CV a 3.600 revoluciones, mientras que el par era de 339 Nm a 1.600 revoluciones. Así, el 0 a 100 km/h se hacía en 10,3 segundos y la velocidad máxima se homologaba en 213 km/h. Se podía combinar con un cambio manual de cuatro relaciones y un automático de tres, que fue el más popular.
Además, también se realizaron otros cambios. Por ejemplo, se montaron toda una serie de elementos en la carrocería, como un enorme faldón delantero –realmente grande–, unas llantas específicas de 13 pulgadas y una serie de adhesivos que, por cierto, no ofrecían mejoras dinámicas, tan solo estéticas. Se montó también el llamado “Rallye pack”, que consistía en amortiguadores ajustables y una estabilizadora en el eje trasero, al tiempo que se “decoraba” el habitáculo con nuevos asientos tapizados con vinilo –con cuatro opciones diferentes– y algunos elementos realizados con metal.
Para muchos, el King Cobra, y la propia segunda generación del Mustang, son las peores iteraciones del mítico pony car de la historia, aunque también es justo reconocer que la crisis del petróleo afectó muchísimo al sector del automóvil. El tema estético es caso aparte.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS