El Ford Mondeo 1.8 16v es una de esas versiones que pasaron un poco desapercibidas allá por los primeros compases del Siglo XXI. Sin embargo, aunque sus 125 CV podían parecer poca cosa para un coche que medía, nada menos, que 4,73 metros en su carrocería de cinco puertas, en realidad se presentaba como una opción bastante lógica e incluso más equilibrada que algunas opciones turbodiésel.
Cuando Ford tuvo que reemplazar al Sierra, optó por una propuesta muy diferente. Se desechó la propulsión en favor de la tracción, se desarrolló un diseño algo más clásico y menos arriesgado que con el Sierra, y se mejoró todo lo que tenía que ver con acabados, aspecto de materiales, equipamiento y, por supuesto, seguridad. El éxito fue inmediato y cuando tocó poner en circulación la segunda generación, el paso hacia delante fue todavía más grande.
Como en casi todos los modelos de finales de los 90 y comienzos de los 2000, las versiones más populares estaban equipadas con motores turbodiésel, y por lo general, se tendía a olvidar las variantes con motores de gasolina. Es como si hubieran desaparecido, nadie, o casi nadie, pesaba en ellas y eso provocaba que coches como el Mondeo 1.8 16v no tuvieran un merecido reconocimiento. Además, era más barato que las versiones equivalentes diésel: 19.650 euros –con el IPC equivaldrían a unos 31.283 euros–. Era un precio bastante interesante para un coche de su tamaño y con su equipamiento.
Por dimensiones, el Mondeo de segunda generación era un coche muy grande y eso se traducía en el espacio interior, que además, se combinaba con un confort de marcha muy elevado
El problema, por así decirlo, estaba en su motor, un cuatro cilindros de 1.798 centímetros cúbicos, con culata de 16 válvulas y dos árboles de levas –distribución por cadena, por cierto–, que estaba alimentado por gasolina y no gasóleo. La potencia, ya mencionada antes, era de 125 CV a 6.000 revoluciones y el par se levaba hasta los 17,3 mkg a 4.500 revoluciones, unos 170 Nm. Era atmosférico, como la gran mayoría de motores de gasolina de aquellos años y eso hacía que frente a un turbodiésel, pareciera poco potente o que tenía poca “patada”, como se suele decir.
Sin embargo, no era un coche lento, presumía de una velocidad máxima de 205 km7h y de 0 a 100 km/h en 10,8 segundos. La revista Autopista, en el número 2.229, registró unas cifras que también le dejaban en buen lugar. Por ejemplo, los 400 metros desde parado los completaba en 17,24 segundos y los 1.000 metros en 31,82 metros. El consumo medio, según la mencionada revista, era de 8,1 litros y gracias a un depósito de 58,5 litros, la autonomía media era de 720 kilómetros.
Podemos afirmar que por prestaciones y consumos, era un coche suficientemente interesante para una gran cantidad de usuarios, aunque pocos se decantaran por él. Además, en cuestiones de conducción y comportamiento, el Ford Mondeo 1.8 16v estaba en la media del segmento. Contaba con un tarado de suspensiones algo suave, que permitía un balanceo de la carrocería apreciable, pero no influye en la sensación de control, en la estabilidad y tampoco en el paso por curva, que podía ser realmente rápido si el conducir lo quería.
A esto había que sumarle un habitáculo muy amplio –sobre todo en las plazas traseras– y un maletero de 500 litros de capacidad.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS