Dentro del mundo de los superdeportivos actuales, una de las modas más extendidas es la de reivindicar el pasado de las marcas europeas históricas con la aparición de modelos tributo a las clásicas barchettas de los años cuarenta y cincuenta. De esta manera, Ferrari concibió los Monza SP1 y SP2 mientras que Aston Martin y McLaren también se han sumado a ello con la reciente aparición de biplazas con guiños al pasado. Todo un alarde de diseño y deportividad, donde las sensaciones a cielo abierto priman sobre cualquier tipo de practicidad. No obstante, a este fenómeno se le pueden seguir las huellas desde hace tiempo con modelos como el Ferrari Rossa.
Para empezar, en 1991 Maserati ya presentó un prototipo barchetta pensado para su copa monomarca que desgraciadamente no llegó a serie. Además, incluso Mazda coqueteó con la idea presentando una versión “ monoposto “ del Miata en el año 2000. Algo que hubiera puesto al alcance del público masivo un modelo tan especial como tributario a los tiempos clásicos, en la misma forma y manera que en los setenta podría haber significado el Peugette de Aldo Brovarone. Desgraciadamente, tampoco llevado a serie a pesar de los esfuerzos hechos por Pininfarina a la hora de intentar convencer a los Souchaux.
Respecto al Ferrari Rossa, su historia tiene con la del Peugette al menos una similitud. Y es que ambos modelos están diseñados por Pininfarina. El más canónico y clásico de entre todos los diseñadores italianos, guardando una estrecha relación con Ferrari desde que a comienzos de los cincuenta se convirtiera en su carrocero de cabecera. El inicio de una de las mejores colaboraciones dadas en la historia del automovilismo, rota hace escasos años ante el uso por parte de Maranello de su propio estudio de diseño. Algo que, en fin, habla por sí sólo. Costando cada vez más encontrar un Ferrari de nuevo cuño con la belleza y la limpieza de líneas exhibida en los modelos antaño firmados por Pininfarina.
Hoy en día se está viviendo un resurgir de las barchettas en el ámbito de los superdeportivos tras décadas de ostracismo. No obstante, entre 1990 y el 2000 hubo varias iniciativas que coquetearon con la idea de resucitarlas, siendo ésta de Pininfarina una de las más atractivas y además precedente directo de los actuales Monza SP1 y SP2
Ferrari Rossa, coqueteando con el regreso de las barchettas
Como sabemos, cuando un carrocero guarda algún tipo de relación estrecha con una determinada marca éste suele ofrecerle modelos que piensa podrían tener hueco en el mercado. En este sentido, Pininfarina es uno de los más prolíficos. Por ejemplo, a Peugeot le ofreció modelos tan interesantes como el 504 Break Riviera o el prototipo Toscana. Del primero no salió nada a serie, pero el segundo – un puro ejercicio de diseño – fue básico para entender la aparición del estilizado 406 Coupé.
Así podríamos referirnos a otras muchas marcas, pero resulta especial todo lo hecho en relación a Ferrari. Llegados a este punto, tras el impacto que supuso la aparición del Mythos en 1989 – excelente estudio de cara al futuro F50 usando la base de un Testarossa – para el año 2000 se pensó en la posibilidad de crear algo que celebrase el medio siglo de relación entre Maranello y el carrocero turinés.
El producto de aquello fue la aparición del Ferrari Rossa. Un diseño futurista pero al tiempo especialmente clásico en su guiño a las barchettas de los años dorados de la Mille Miglia. Además, ya que contó con la base mecánica de un 550 Maranello también se asociaba a ellas al colocar un potente V12 en la zona delantera. Sin duda la arquitectura más típica y clásica entre los grandes GT de la marca, a la cual se volvió con el 550 tras los años caracterizados por el motor central popularizado, especialmente, por la berlinetta boxer de los setenta.
Sobre la base mecánica del 500 Maranello, Pininfarina ideó esta pieza única para celebrar las décadas de relación con la casa fundada por Enzo Ferrari
Respecto al interior, el carácter espartano del mismo vuelve a incidir en la deportividad más purista. Hecho reafirmado por la muy visible rejilla de cambios tan característica entre los modelos clásicos de la marca, abandonada progresivamente desde la aparición de las levas en el volante con el 355 F1. Así las cosas, esta pieza única que es el Ferrari Rossa quedó como un más que interesante ejercicio de diseño que, finalmente, acabó eclosionando dos décadas más tarde con la llegada de los Monza SP1 y SP2. La importancia de tener referentes.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS