El Citroën Xsara 1.6i, aunque eclipsado totalmente por la variante con motor turbodiésel, era una de las opciones más vendidas de la gama, y también una de las más equilibradas por prestaciones, coste de adquisición y consumos. En ocasiones, era un coche más interesante que el Citroën Xsara HDi, aunque al final los usuarios se decantaran por el diesel.
Citroën, para reemplazar al ZX, puso en circulación el Xsara, un coche que mantenía algo de “esencia Citroën”, pero que no era tan peculiar como lo fue el Citroën BX o como lo sería el sustituto, el Citroën C4. Y quizá por eso, por ser un modelo más convencional, fue un rotundo éxito. El Citroën Xsara fue uno de los compactos más vendidos a finales de los 90 y comienzos de los 2000, y eso que aquella generación de compactos fue realmente competitiva interesante.
Fue el inicio de la era diésel y el Xsara no se libró de aquella tendencia. Sin embargo, el Xsara 1.6i, la versión equipada con motor de gasolina de 1,6 litros, tuvo una buena acogida y era bastante común encontrarse con unidades por las calles. Obviamente, el precio tenía mucho que ver en la elección, aunque, curiosamente, no era el más barato: 2.336.000 pesetas, 14.040 euros –sin IPC–, mientras que, por ejemplo, un SEAT León 1.6 costaba 2.267.000 pesetas, un Renault Mégane 1.6 16v tenía una tarifa de 2.290.000 pesetas y un Ford Focus 1.6i 16v partía de nada menos que 2.090.000 pesetas.
El éxito de ventas del Citroën Xsara 1.6i se debió, básicamente, a la política de descuentos que tenía la marca por entonces, una forma de trabajar que hacía imbatibles sus tarifas. Por prestaciones estaba en la media del segmento, se podría decir que incluso un poco por debajo, pues en cuanto a potencia y par no alcanzaba a los mejores entre los compactos 1.6.
Por comportamiento, el Citroën Xsara 1.6i se ganó los elogios de la prensa, y por relación precio-equipamiento, se ganó las ventas en las tiendas
Bajo el capó, un cuatro cilindros de 1.587 centímetros cúbicos con culata de dos válvulas y un solo árbol de levas, ponía sobre las ruedas delanteras 90 CV a 5.600 revoluciones y 13,8 mkg a 2.600 revoluciones –unos 130 Nm–. La caja de cambios era manual de cinco relaciones con los desarrollos más largos de toda la categoría –en cuarta era de 31,3 km/h a 1.000 revoluciones y en quinta de 37,2 km/h a 1.000 revoluciones–.
Aun así, no se quedaba muy atrás en cuanto a cifras finales, pues resultaba ser el modelo más ligero entre los compactos con motor de 1,6 litros: 1.070 kilos. La velocidad máxima era de 182 km/h, mientras que los 400 metros con salida parada los completaba en 18,1 segundos y los 1.000 metros en 33,7 segundos, con un consumo medio, según Motor 16, de 8,3 litros cada 100 kilómetros. La autonomía era de 650 litros gracias a su depósito de 54 litros.
Donde sí destacaba ele Citroën Xsara 1.6i era en comportamiento. La prensa, por lo general, siempre tenía la misma opinión con respecto al modelo francés: era un coche con maneras bastante deportivas, una característica que sorprendía a más de uno, pues Citroën nunca ha desarrollado los coches más deportivos, sino los más cómodos, con un buen equipamiento y una marcadísima personalidad. De hecho, la mencionada revista Motor 16 decía que “el Citroën Xsara transmite a las manos todo lo que pasa bajo las ruedas y su rápido tren trasero responde al acelerador con rapidez”.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".¿8,3 litros cada 100 de consumo medio?, me parece mucho para un 1600 gasolina de 90 cv.
A mí también me ha parecido una barbaridad, pero es lo que ponía en la prueba de Motor 16. Lo mismo iban todo el rato pie a fondo