El Citroën C5 2.2 HDi Exclusive buscaba combinar la potencia y las prestaciones de un motor diésel de última generación, y además, potente, con la característica comodidad que ofrecía la suspensión neumática de la marca. De esta forma, el fabricante francés ponía en circulación una opción bastante interesante, aunque su precio de 28.780 euros podría haber echado atrás a más de un interesando.
Cuando tocó reemplazar al Citroën Xantia, en la firma de los chevrones no se la jugaron en exceso. Había que mantener el mismo éxito, pero los rivales había puesto el listo del espacio interior y del tamaño general un poco más arriba, así que hacía alta un coche más grande, más confortable y con más presencia. El C5 logró todo eso sin que se afectará en exceso al precio y, por tanto, a las ventas.
Sin embargo, hubo un detalle que se quedó ligeramente por debajo de los esperado: las pruebas de impacto de Euro NCAP. “Solo” obtuvo cuatro estrellas, y por supuesto, había que mejorar eso sin tardar demasiado y con el restyling, aparecido en 2005, se alargó ligeramente el voladizo delantero para lograr mejorar la seguridad en caso de impacto, modificación que llegó con un cambio notable en su diseño en el frontal y en la trasera.
El restyling del C5 dio tema de conversación entre los aficionados, pero no había duda de que se estaba ante un Citroën cuando se veía uno. Lo que nadie podría imaginar es que podría estar ante un Citroën con motor diésel y 170 CV, capaz de hacer el 80 a 120 km/h en quinta en 9,44 segundos y en sexta, en 12,22 segundos. Y eso que los desarrollos en dichas marchas son de 46.07 km/h a 1.000 revoluciones y de 55,82 km/h a 1.000 revoluciones respectivamente.
Aunque tenía un motor poderoso, el Citroën C5 2.2 HDi no era un deportivo, ni tampoco se pretendía, ni siquiera se buscó que fuese un coche lujoso o exclusivo
Un poderío extraído de un cuatro cilindros de 2.179 centímetros cúbicos –con una carrera de pistón bastante larga: 96 milímetros frente a un diámetro de 85 milímetros–, culata de cuatro válvulas, common rail, dos turbos en línea e intercooler. Un motor bastante avanzado para la época, capaz de rendir, como ya se ha comentado 170 CV –a 4.000 revoluciones–, pero sobre todo, 37,8 mkg de par a 1.500 revoluciones. Como curiosidad, la marca anunciaba 173 CV, porque empleaba la norma DIN en lugar de la CEE, que era la habitual. Así, se obtenía tres caballos adicionales que les venían muy bien a los responsables de marketing.
Era un motor que movía con mucha soltura los 1.651 kilos que pesaba todo el conjunto. La velocidad máxima era de 222 km/h, el 0 a 100 km/h lo podía hacer en 8,5 segundos, para los 400 metros desde parado necesitaba 16,2 segundos y para los 1.000 meros 29,81 segundos. Sin embargo, como bien registraron algunas revistas de la época, el consumo era un poco elevado, sobre todo en circulación urbana, donde rondaba los 10 litros cada 100 kilómetros. LA media que registró, por ejemplo, la revista Autopista, fue de 7,9 litros, lo que permitía una autonomía de 830 kilómetros gracias a un depósito de 66 litros.
Aunque no eran malas cifras, en realidad, el Citroën C5 2.2 HDi Exclusive era el más lento del segmento, si lo comparamos con todos los rivales con motores turbodiésel y potencias equivalentes. No era mucho más lento, apenas unas décimas, pero eso, a veces, marca las diferencias. Donde nadie podría igualarlo era en confort y en circulación por carretera. La suspensión neumática que montaba de serie, lograba aislar al pasaje de todos los baches y desperfectos de la carretera con una comodidad de auténtica referencia en el segmento.
Solo había una pega: tanto confort y suavidad de suspensión, aislaba a quien conducía de posibles sensaciones y, por tanto, el Citroën C5 2.2 HDi Exclusive no era un coche para quienes buscaban sentir la carretera, sino para quienes le daban más valor al confort y a la finura en carretera.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".Se acabaron las suspensiones neumaticas polpulares, ahora solo las tenemos ya en segmentos premium superiores. Lo probé en su dia y efectivamente como muy bien aquí se indica “no era un coche para quienes buscaban sentir la carretera, sino para quienes le daban más valor al confort y a la finura en carretera”. No se apreciaba deriva alguna al frenar, al curvear, o con los baches…
Buen coche recuerdo haber montado en uno en su época y me gustó.
Aunque los acabados del salpicadero no estaban a la altura de su categoría, vamos que no eran propios de una berlina.
Tenía acabados “de Citroën”, pero en algún sitio había que ahorrar para poder poner en el mercado como un coche como el C5 con motor turbodiésel de 170 CV, a un precio más interesante que sus rivales.