El Citroën C2 VTR Sensodrive –el nombre completo, y poco atractivo, es Citroën C2 1.6i 16v VTR Sensodrive– fue toda una sorpresa. Era un coche con un marcado talante deportivo, buenas prestaciones, un interesante cambio secuencial con levas en el volante y un precio de 14.000 euros. Era una pequeña bomba que se ganó una buena legión de seguidores y que fue considerado como un más que decente heredero del mítico Citroën Saxo VTS.
Cuando Citroën presentó el C2 para reemplazar al Citroën Saxo, las opiniones fueron de todo tipo. El diseño del nuevo urbano francés era muy controvertido, muy Citroën se podría decir, y rompía totalmente con el Saxo, que lucía una imagen mucho más convencional y sencilla. Sin embargo, con las tradicionales campañas y ofertas, el Citroën C2 acumuló unas ventas respetables y empezaron a plagar las calles de todas las ciudades europeas. También es cierto que, a pesar de su peculiar imagen –y de los llamativos colores disponibles– el diseño gustó.
La gama de motores, como en todo utilitario, no tenía opciones especialmente potentes, y al haber aparecido en pleno auge de los diésel, también contó con versiones turbodiésel que se vendieron más que bien. Sin embargo, las versiones que más seguidores tuvieron fueron, como cabría esperar, las más potentes y deportivas. En aquellos años, Citroën tenía una buena imagen deportiva y se ganó una mejor reputación con el Saxo VTS. No haber lanzado una versión similar del C2 habría sido notablemente criticada.

Apenas superaba los 1.000 kilos, no llegaba a los cuatro metros y cambio secuencial; una combinación de factores que hacían del C2 VTR Sensodrive un GTI muy cañero
Pero no solo se lanzó una versión deportiva del C2, se fue un poco más allá y se sumaron a una moda imperante en aquellos años –comienzos del Siglo XXI–, que se centraba en añadir unas levas en el volante a un cambio automático, como en competición. Una solución combinaba con un tamaño muy compacto, un peso ligero y un motor con una potencia suficientemente alta para el peso total del conjunto. Era una fiel reproducción, como bien se encargó la prensa de destacar, de los GTI de los años 90.
El propulsor no era ninguna bomba, pero si tenía carácter y buenas prestaciones. Era un cuatro cilindros de 1.587 centímetros cúbicos, culata de 16 válvulas e inyección, capaz de rendir 110 CV a 5.750 revoluciones y 15 mkg a 4.000 revoluciones. Era un motor conocido de otros modelos del PSA, que se combinó con un interesante cambio secuencial llamado Sensodrive. Concretamente, era un cambio automático sin convertidor de par pero con embrague pilotado, que por aquel entonces, le daba un toque especial y muy racing, muy “de carreras”. La prensa lo calificó como “bastante rápido”, pero claro, no tanto como otros del mercado –se mencionaba el SMG de BMW o el Selespeed de Alfa Romeo–.
Las prestaciones no eran malas, más bien lo contrario. La velocidad máxima era de 195 km/h, mientras que el 0 a 100 km/h se completaba en 10,9 segundos. El 0 a 400 metros se hacía en 17.9 segundos y los 1.000 metros, también con salida parada, se completaba en 33,2 segundos. Las recuperaciones, como el 80 a 120 km/h, en quinta, se realizaba en 16,6 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS