El Citroën C1 1.4 HDi puede, a ojos de cualquier usuario actual, resultar una contradicción. ¿Un coche totalmente urbano, con motor turbodiésel? Pero… ¿No era poco aconsejable circular constantemente por ciudad con un diésel? El caso es que en el año 2008 las cosas se veían de otra forma y los motores turbodiésel lo dominaban todo, incluso segmentos donde no tenían sentido alguno.
A finales de los 90 y durante la primera década de los 2000, quien no tenía un motor diésel en su coche era considerado o bien, un fanático de los coches –quienes, por cierto, también tenían un motor “a gasóleo”– o alguien raro; incluso tenía que soportar frases como “si un gasolina gasta una barbaridad, ¿por qué no te compraste un diésel? Qué raro eres… “. Y no, no es broma, ocurrían cosas así. Pero claro, cuando echas un vistazo a las ventas y compruebas que tenían un 85% de cuota de mercado, empiezas a entender un poco algunas cosas.
Cosas como el hecho de que los modelos puramente urbanos, aquellos que apenas superaban los 3,5 metros de largo, también se ofrecían con motores turbodiésel. Una contracción absoluta, pues una de las primeras recomendaciones que se hacía en la época, era evitar los motores turbodiésel si los recorridos iba a ser, en su mayoría, por el casco urbano. No era el mejor ambiente para un diésel y no se explotaban todas sus virtudes.
Aun así, coches como el Citroën C1 1.4 HDi eran los reyes de las ciudades, en una época en la que no existían los filtros de partículas y era muy común ver enormes bocanadas de humo negro saliendo por las traseras de algunos automóviles. Y no eran coches baratos, pues el C1 1.4 HDi costaba, en 2008, 11.150 euros, con un equipamiento donde solo había dos airbags frontales, el aire acondicionado se pagaba aparte –olvida el climatizador–, no existía la posibilidad de montar control de estabilidad o control de tracción, el tacómetro formaba parte de un paquete con el aire acondicionado y el sistema de sonido… ¡Ni siquiera tenía antinieblas delanteros!

Con las normativas actuales, el Citroën C1 1.4 HDi no puede acceder al centro de muchas ciudades, su hábitat natural, al no tener etiqueta de la DGT
Gracias a sus pequeñas dimensiones y al escueto equipamiento, el Citroën C1 1.4 HDi pesaba 890 kilos y escondía un pequeño depósito de 35 litros. No obstante, la autonomía podía superar los 600 kilómetros, pues la marca anunciaba un consumo medio de 4,1 litros cada 100 kilómetros. En urbano, el ambiente donde más tiempo estaría el Citroën C1, el consumo homologado era de 5,3 litros.
Obviamente, no era un coche especialmente rápido. El motor tenía cuatro cilindros, 1.398 centímetros cúbicos –carrera larga, 73,7 por 82 milímetros para diámetro y carrera de los pistones–, la culata tenía un solo árbol de levas y ocho válvulas, la alimentación corría a cargo de un raíl común, de un turbo y de un intercooler, para rendir 55 CV a 4.000 y 13,2 mkg a 1.750 revoluciones. Los 100 km/h desde parado llegaban después de 15,6 segundos con el acelerador a fondo, mientras que el máximo desempeño llegaba con los 154 km/h. Todo esto sobre unas diminutas ruedas de 155 milímetros sobre llanta de 14 pulgadas.
De todas formas, hay un detalle que te hacía olvidar su motor turbodiésel: el Citroën C1 era un coche muy divertido de conducir e incluso eficaz en carretera de montaña. Era todo un juguete que, de haber tenido motores más potentes, se habría ganado una importante legión de seguidores. De hecho, revistas como Autopista decían que tenía unos andares casi deportivos…
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS