Leer los testimonios de los probadores que participaron en el desarrollo del Porsche 917 pone los pelos de punta. En ellos, se evidencia lo conscientes que eran del peligro. Sabedores de estar manejando una máquina de precisión fácilmente echada a sus límites sobre un chasis de magnesio. Sin duda una verdadera bomba sobre ruedas. Ya que las más que posibles fugas de combustible sobre sus superficies recalentadas y fácilmente inflamables hacían que pilotar este coche fuera lo más parecido a bailar con la muerte sobre cuatro ruedas. Pues bien, tras esto podemos redoblar la peligrosidad si nos vamos al Chaparral 2H de 1969.
Una de las creaciones más grandilocuentes de la siempre polémica y excéntrica Chaparral, la cual puso aquí un motor capaz de entregar unos 700 CV sobre un chasis de plástico compuesto reforzado con fibra de vidrio. Algo sólo posible en la CanAm con sus más que abiertas normativas hacia la experimentación y la falta de seguridad, lo cual únicamente se atrevió a pilotar John Surtees. Uno de los mayores referentes para la competición a motor, siendo ganador de cuatro títulos mundiales de motociclismo en diferentes cilindradas, el título de pilotos en la F1 1964 y la CanAm de 1966. Toda una leyenda por derecho propio caracterizada por su enorme versatilidad.
Además, la situación de inicio con el Chaparral 2H no era tampoco muy dada a la sensación de seguridad. Al fin y al cabo, Jim Hall – piloto y director de la escudería – no pudo ponerse al frente de su creación para 1969 ya que el año anterior había sufrido la rotura de ambas piernas debido a un accidente en el que su Chaparral 2G chocó contra un McLaren M6B. Fruto de la ligereza del coche, el cual se disponía sobre un ligero chasis de aluminio donde situar su motor Chevrolet de siete litros. A todas luces, una de esas simbiosis con motor Chevrolet y prestaciones de infarto que tanto caracterizaron a la CanAm desde sus primeras carreras.
Jim Hall y sus creaciones en Chaparral siempre se caracterizaron por una gran osadía a la hora de probas nuevas soluciones, dando así algunos de los modelos más recordados en toda la historia de la CanAm
Chaparral 2H, experimentos aerodinámicos en 1969
Aunque investigar los primeros estudios aerodinámicos de la mano de ingenieros como Wunibald Kamm sea algo apasionante, lo cierto es que la atención a esta disciplina como un elemento de primera fila en el diseño de automóviles de competición no se produjo hasta bien entrados los cincuenta. De hecho, incluso después de aquellas fechas el mismísimo Enzo Ferrari andaba lanzando alguno de sus habituales exabruptos. En este caso hacia los equipos ingleses que, como Cooper, le estaban adelantando en la F1 gracias al uso inteligente del aire y, sobretodo, del motor central.
En este sentido, Jim Hall destacó por ser uno de lo diseñadores más osados en lo que se refiere a la aplicación de soluciones aerodinámicas. Así las cosas, los aficionados al automovilismo deportivo recuerdan a su Chaparral 2J. Con su transmisión semiautomática de tres velocidades – sí, estamos hablando de un coche de competición con más de 700 CV y no de un pequeño y práctico urbano – y, especialmente, los dos ventiladores accionados por motores de motos de nieve con los que extraía el aire bajo el coche para producir un agarre, literalmente, absorbente.
Sin embargo, no tanta gente recuerda al Chaparral 2H de la temporada anterior. Un diseño de Jim Hall hecho desde la convalecencia de su accidente, con el cual ensayó una fórmula aerodinámica muy interesante. Ni más ni menos que echar el cuerpo del piloto todo lo posible al suelo, hasta el punto de cubrirlo con un techo rígido que acabase en una líneas fluidas donde no hiciera falta alerón. Para entendernos, y salvando las distancias claro está, una especie de Lancia Stratos Zero para la CanAm. Muy bajo, extremadamente en cuña.
Aunque lo pilotó el mismísimo John Surtees con sus victorias en motociclismo, F1, CanAm y resistencia el Chaparral 2H fue un festival de la improvisación que evidentemente no salió bien
Evidentemente esto entrañaba serios problemas de visibilidad, por lo que se llegó a disponer de un completo sistema de espejos retrovisores en el interior así como unos laterales transparentes. Y sí, todas estas excentricidades no funcionaron. Como se puede intuir, no eran más que rediseños elaborados sobre la marcha, llegando al límite de su paroxismo cuando hacia la sexta o séptima carrera de la CanAm de 1969 el Chaparral 2H fue coronado con un inmenso alerón central. Sobre el papel, esta excéntrica pieza daba más agarre especialmente en las curvas, donde el coche resultaba muchas veces incontrolable debido a la suma de poca carga aerodinámica, demasiada potencia y una batalla bastante escueta. Carrera a carrera el aspecto del Chaparral 2H cambiaba constantemente en lo que fue un festival de la improvisación. De esta manera, los resultados tampoco es que fueran especialmente brillantes. Motivo por el cual el bueno de John Surtees salió espantado de Chaparral para refugiarse en su propia escudería fundada en 1966. Tras ello, Jim Hall continuó su lucha por la CanAm con el 2J y sus abrumadores ventiladores. Sin duda una deriva de lo más excéntrica aunque, recordemos, de este tipo de experimentos siempre han salido conclusiones útiles e interesantes. Ahí está el Brabham BT46B para demostrarlo.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS