Coche del día: Cadillac Fleetwood Brougham

Coche del día: Cadillac Fleetwood Brougham

Lujo estadounidense en su máxima expresión


Tiempo de lectura: 3 min.

El Cadillac Fleetwood Brougham es la quintaesencia del coche de lujo estadounidense, o al menos lo fue durante la primera mitad de los años 90. El Fleetwood Brougham fue, según la prensa yankee, el último “gran sedán” de lujo estadounidense, pero el último con el estilo clásico y las soluciones tradicionales de la automoción estadounidense, claro. Y, con solo mirarlo, salta a la vista su origen norteamericano y su posicionamiento en el mercado.

Los coches estadounidenses y los coches europeos siempre se han diferenciado claramente. En Estados Unidos gustan de coches enormes, con motores igualmente grandes, pero de soluciones técnicas sencillas y, todo sea dicho, duraderas. En Europa, por el contrario, nos gustan los coches más pequeños, más eficientes y, por lo general, más complejos técnicamente y, en ocasiones, menos fiables. Dos formas de ver la misma máquina –muy resumido, obviamente–, influenciadas por cuestiones culturales y por disponibilidad de espacio, que no se nos olvide. Las carreteras norteamericanas son enormes en todos los sentidos, pero las europeas son más estrechas y, además, tienen más curvas.

El caso es que, esa forma de ver el automóvil, permite que cada mercado tenga opciones de lo más variopintas e interesantes, que a ojos de cualquier europeo resultan incluso exóticas. Un ejemplo claro lo podemos encontrar en el segmento de lujo, con modelos como el Cadillac Fleetwood Brougham, el que fuera, durante la primera mitad de los años 90, el coche más largo a la venta en Estados Unidos. La longitud total del coche se iba hasta las 225 pulgadas, o para que lo entendamos por aquí, 5.715 milímetros de largo.

La imagen del Cadillac Fleetwood Brougham es imponente, típicamente americana, con las ruedas traseras semicubiertas y una decoración bitono para descargar ligeramente la línea

Cadillac Fleetwood Brougham (2)

Como ejemplo comparativo, podemos decir que un Mercedes Clase S 140, a la venta entre 1991 y 1999, medía 5.110 milímetros con distancia entre ejes normal, y 5.210 en su versión de batalla larga. Pero si eso no te dice gran cosa, quizá sea interesante saber que un Rolls-royce silver Spur, a la venta entre 1989 y 1993, medía de largo 5.380 milímetros. No es de extrañar que el habitáculo del Cadillac Fleetwood Brougham pudiera dar cobijo a seis personas…

Era, no cabe duda, enorme, pero técnicamente era extremadamente conservador. Hablamos de un coche con carrocería atornillada al chasis –chasis de tipo escalera–, con suspensión independiente para las cuatro ruedas –atrás con ejes de cuatro brazos y control de altura electrónico–. El mismo clasicismo que se puede encontrar en el motor, un V8 atmosférico de 5,7 litros, culatas de dos válvulas por cilindro, inyección electrónica y un árbol de levas central con varillas y balancines. Hubo dos generaciones de motor, uno con 185 CV y 300 libras pie de par –se ofreció entre 1993 y 1994– y después se tomó el V8 LT1 de Corvette, con 260 CV a 5.000 revoluciones y 447 Nm de par a 3.200 revoluciones.

Ambos motores tenían una caja de cambios automática, la Turbo Hydra-Matic 4L60 de cuatro relaciones, gestión electrónica y overdrive. No era un coche especialmente rápido, su velocidad máxima era de 228 kilómetros/hora y el 0 a 100 kilómetros/hora lo completaba en algo más de ocho segundos, pero las revistas yankess de aquellos años describen la conducción del coche de una forma muy sencilla: flotar. La suspensión era muy suave, los mandos tenían un funcionamiento igualmente suave y el rumor del motor apenas molestaba en el interior. Todo era sosegado, cómodo. Un automóvil perfecto para recorrer las disparatadas carreteras de Estados Unidos.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Soy un apasionado de los coches desde que era muy pequeño, colecciono miniaturas, catálogos, revistas y otros artículos relacionados, y ahora, además, disfruto escribiendo sobre lo que más me gusta aquí, en Espíritu RACER.

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Jose Manuel Miana

Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.