Presentado en el salón de Ginebra de 2007, el Audi A5 era uno de los primeros trabajos de Walter de Silva para la firma de los cuatro aros. Su puesta de largo supuso acaparar todos los focos y una crítica casi unánime; el coche gustaba y gustaba mucho. Era la versión de producción del Audi Nuvolari quattro concept, con el que se indicaba, según afirmaron entonces, la dirección en cuestiones de diseño que se tomaría en la compañía y suponía el regreso de Audi a la parcela de los coupés del segmento D, donde no estaba presente desde la retirada del mercado del Audi Coupé –el coupé de la gama Audi 80–.
Toda la gama se basaba en la tracción delantera y en la tracción total quattro, siempre según versión, al igual que puede presumir de dos versiones deportivas que no dejan indiferente a nadie: el Audi S5 y el Audi RS5. El primer llegó casi en el inicio de la comercialización y el segundo, tardo algunos años en aparecer. Concretamente, se necesitó de tres años de espera para que el Audi RS5 fuera realidad, una espera que finalmente mereció la pena porque llegó con un V8 atmosférico bajo el capó.
Cualquier Audi con las siglas RS es merecedor de toda nuestra atención, aunque como en todo, existen favoritos y el Audi RS5 –8T– es uno de ellos. Su diseño, quizá, uno de los mejores que ha tenido un Audi, adereza un conjunto que sin llegar a ser realmente un deportivo, no deja de ser rápido y apetecible. Sobre todo cuando en el caso del RS5, todo se radicaliza un poco al equipar un kit de carrocería específico, llantas de 19 pulgadas –cuyo diseño se volvió casi una seña de identidad de Audi– y un alerón oculto en la tapa del maletero que emerge a partir de 120 km/h o bien, que se puede dejar fijo mediante la pulsación de un botón.
El motor, el V8 atmosférico, estaba colocado delante, pero muy delante. El propulsor se encontraba por delante del eje delantero, como en otros muchos Audi de la época, y era grande: 4.163 centímetros cúbicos. Básicamente, era una versión del V10 de Audi, al que se le quitaron dos cilindros y cerca de 1.000 centímetros cúbicos. Se fabricaba a mano en las instalaciones de quattro GmbH y rendía 450 CV a 8.250 revoluciones y 430 Nm de par a 4.000 revoluciones. Esto es, 107 caballos por cada 1.000 centímetros cúbicos de cilindrada y además, en un motor de carrera larga –84,5 milímetros de diámetro de pistones, 92,8 milímetros de carrera–. Solo se ofreció con cambio automático DSG, o mejor dicho, S-Tronic, como la llamaban –y todavía la llaman– en Audi.
La potencia llegaba al suelo mediante el sistema de tracción total quattro, con un reparto de par, en condiciones normales, de 40/60, aunque según las necesidades puede variar hasta el 85% al eje trasero o bien, hasta el 70% al eje delantero.
Como cabe esperar, el Audi RS5 de la primera generación, era un coche rápido, aunque no ligero. Pesaba 1.820 kilos, aunque la relación peso-potencia era de 4,4 kg/CV y así, el 0 a 100 km/h se completaba en 4,6 segundos y el 0 a 200 km/h en 15,5 segundos. Los 400 metros con salida parada se hacían en 12,8 segundos y los 1.000 metros en 23,5 segundos.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS