Los Super SUV, los “Sport Utility Vehicle” con motores superpotentes, como hemos visto en alguna ocasión, no son cosa de ahora. El Mercedes ML55 AMG fue quien abrió la caja de Pandora, de donde escapó el BMW X5 4.6is y toda una serie de coches similares que han abarrotada las carreteras. Algunos de esos SuperSUV han sido realmente descabellados y el más sorprendente, o al menos el más llamativo, es el Audi Q7 V12 TDI. Y no es llamativo por estética precisamente, aunque eso no quiere decir que sea discreto.
El Audi Q7 apareció el mercado fruto de un desarrollo conjunto entre Porsche y Volkswagen, uno de los tantos que han llevado cabo ambas compañías y que, para la ocasión, también supuso la llegada del Volkswagen Touareg y del Porsche Cayenne. Pero, mientras el Cayenne era un modelo claramente prestacional y el Touareg un coche muy aspiracional –la calidad de Volkswagen en aquellos años estaba bastante por encima de los rivales–, el Q7 era el premium, el lujoso y bien fabricado, con una imagen impactante y un nivel de equipamiento por encima del resto.
Cuando el Audi Q7 se puso en circulación, era el tercero en discordia, llegaba un poco tarde a la pelea. El Q7 llegó al mercado después de sus principales rivales, el BMW X5 y el Mercedes ML, dos coches que también contaron con versiones de altas prestaciones mucho antes que el Audi. No obstante, Audi fue a por todas y quiso utilizar a Q7 como estandarte de su principal tecnología de motores: el diésel. Fue un auténtico desparrame y nunca más se volvió a pensar algo así.
El Audi Q7 recibió un espectacular motor V12 TDI, cuyo cubicaje subía hasta los seis litros –5.934 centímetros cúbicos– y sus cifras eran de órdago. La alimentación corría a cargo de dos common rail con sus respectivas bombas, las cuales, podían alcanzar los 2.000 bares de presión máxima y trabajaban con inyectores piezoeléctricos con cien láminas de cristal cada uno. Tenía dos filtros de aire y dos caudalímetros, que se conectaban con dos turbos que soplaban, cada uno, a 2,6 bares. También había dos intercooler. La admisión contaba con mariposas para generar turbulencias tipo swirl y sí, por supuesto, también llevaba una EGR.
Todo ello, entre otras cosas, para rendir nada menos que 368 kW –500 CV– y 1.000 Nm entre 1.750 y 3.000 revoluciones y se colocaba como el propulsor diésel más grande y potente montado en un turismo de producción hasta ese momento. Y así seguirá siendo para siempre, pues no se volvió a lanzar nada semejante, aunque se jugó con la idea de un Audi R8 con este motor.
No obstante, aunque la osadía de lanar un motor diésel tan descomunal fue toda una demostración de capacidades y saber hacer, el Audi Q7 V12 TDI no era tan rápido como cabría esperar. El coche pesaba unos nada despreciables 2.680 kilos y contaba con una relación peso-potencia de 5,36 kg/CV. Sí, es una buena relación, pero había coches más pequeños y mucho menos potentes, con una relación peso-potencia muy similar, como su hermano, el Audi S3 –5,77 kg/CV–.
El Audi Q7 V12 TDI es el SuperSUV más atípico y el más especial, pero, aunque superaba la Euro 5, hoy seguramente sea visto como una horrible máquina supercontaminante y pocos quieran saber nada de conducir uno. Lo que no está claro, es si llegara a convertirse algún día en un coche de colección. Méritos tiene para ello.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS