El Volkswagen Golf 1.9 TDI de 130 CV era la opción más interesante de toda la gama, al menos de la gama diésel, claro, porque el Golf IV se vendió, obviamente, con motores de gasolina, aunque fueran condenados al ostracismo y apenas hubiera usuarios que se fijaran en ellos. Era una época en la que los motores diésel dominaban las ventas y donde los motores TDI marcaban las pautas en muchos apartados.
La cuarta generación del Golf, aparecida en 1997, destacó, entre otras cosas, por una notable calidad de fabricación y por una continuidad estética con respecto al Golf III, que no tardó en ser criticada. De hecho, a veces surgen dudas de por qué el Volkswagen Golf fue un éxito durante tantos años, si había críticas al modelo constantemente… Y uno de sus mayores baluartes, el motor turbodiésel, fue uno de esos apartados criticados por diversos motivos, aunque, curiosamente, algunos de esos motivos de críticas también fueron el origen de muchas alabanzas, como su forma de entregar la potencia, por ejemplo.
El motor 1.9 TDI nunca fue un dechado de suavidad o refinamiento. En realidad era un motor algo tosco, con muchas vibraciones, con un tacto de conducción “delicado” a poco que no se tuviera cuidado con el acelerador –tirones, entrega de potencia abrupta… – y no era especialmente elástico, con una entrega de par que se acababa pronto. Eran, por lo general, motores que no merecía la pena llevar a más de 3.000 revoluciones, pues la potencia obtenida, con respecto al ruido y las vibraciones, no siempre merecía la pena. Y esto se notaba especialmente en las versiones más potentes –sin contar con el 1.9 TDI de 160 CV del Ibiza Cupra–, es decir, en las versiones de 130 y 150 CV.
Con el sistema “bomba inyector”, se lograban grandes niveles de par y consumos muy ajustados, pero no era precisamente el sistema más suave y refinado del mercado

La variante de 130 CV fue siempre la más equilibrada. Corría como el 150 CV, pero gastaba menos y era más barata de adquirir y de tener –el seguro era algo más caro para el más potente, por ejemplo–. Era una variante del mítico 1.9 TDI que le sentaba como un guante al Volkswagen Golf y, pesar de no ser el mejor motor turbodiésel del mercado –no lo era–, posicionaba el Golf entre los mejores de su clase. Hay que tener en cuenta que no solo hablamos de 130 CV, sino de 31,6 mkg a 1.900 revoluciones, unos 300 Nm de par aproximadamente. Es una cifra muy alta y a muy poco régimen.
Si hacemos un pequeño repaso al motor, debemos recordar sus 1.896 centímetros cúbicos y su carrera bastante larga –79,5 milímetros de diámetro de pistón, y 95,5 milímetros de carrera–, su culata de dos válvulas y su inyección por bomba inyector, con turbo de geometría variable e intercooler. Hubo dos versiones de este motor, una con caja de cambios de cinco relaciones y otra con seis marchas, que es la que mejor le sienta al Golf incluso con sus largos desarrollos –45,2 kilómetros/hora en quinta y 54,1 kilómetros/hora en sexta–. Las cifras oficiales también decían que alcanzaba los 205 kilómetros/hora, el sprint hasta los 100 kilómetros/hora se hacía en 9,6 segundos y el consumo medio rondaba los 5,2 litros.
Los registros de las revistas, como Coche actual, mostraban otras cosas. En banco de potencia, el 1.9 TDI rendía 144 CV a 3.960 revoluciones y nada menos que 34,6 mkg a 2.330 revoluciones, aunque siempre hubo sospechas de que las unidades de prensa iban un poco “apretadas”. Por eso, los 400 metros desde parado en 16,3 segundos y los 1.000 metros, también desde parado, en 30,2 segundos, habría que tomarlo como referencias de las capacidades del Volkswagen Golf 1.9 TDI de 130 CV.
No obstante, había algo que no se podía camuflas y era el conservadurismo de Volkswagen en la puesta a punto. Se decía que el Golf no era el mejor en nada, pero sí era muy bueno en todo, pero también se criticó una suspensión algo blanda, lo que provocaba un poco de imprecisión ene las trazadas. Mejor con suspensión “sport”.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS