Coche del día: Renault Laguna 1.8 RXE (fase II)

Coche del día: Renault Laguna 1.8 RXE (fase II)

La versión gasolina más equilibrada, en plena era de los motores diésel


Tiempo de lectura: 3 min.

El Renault Laguna 1.8 RXE costaba, en 1999, 3.190.000 pesetas, 19.172 euros –de aquel entonces, claro–. Era un precio, digamos, correcto, que daba acceso a un coche que, curiosamente, tuvo más éxito del que a priori podría pensarse. Entonces, los motores tubidiésel estaban en pleno auge y el Laguna 1.9 dTi tenía una buenísima acogida en el mercado.

Finales de los 90 y comienzos del Siglo XXI fueron años interesantes que, todo sea dicho, deberían servir de ejemplo para el cambio de la combustión a lo eléctrico. Los motores diésel evolucionaron y ganaron cuota de mercado de forma bastante natural, sin obligaciones ni prohibiciones, los usuarios decidieron que esa tecnología era la idónea. El caso es que no fue rápido, la evolución de los diésel había empezado en los años 80 aunque, al final, llegaron a un punto que costaba justificar la compra de un gasolina.

Era una situación llamativa, porque mientras los diésel ganaban prestigio, prestaciones y finura, los motores de gasolina se volvían más refinados, suaves y agradables que nunca, al tiempo que se volvían igualmente más eficientes. Fue una gran época para ambas tecnologías, aunque al final, por coste del combustible y por consumos, ganara el diésel. Aquellos que no querían un diésel, tenía coches como el Renault Laguna 1.8 RXE, un ejemplo de que un propulso a gasolina podía ser tan interesante, o puede que más, frente a un turbodiésel.

Con cuatro cilindros y 1.783 centímetros cúbicos, el motor del Laguna 1.8 presentaba un claro ejemplo de hasta donde se podía llegar con un propulsor “básico”, sin excesivas complicaciones y sin la necesidad, como en el caso de los diésel, de recurrir a turbo, intercooler, gestión de temperaturas y presiones complejas… “Solo” se recurría a una inyección de alta presión, culata de 16 válvulas y dos árboles de levas, para extraer 120 CV a 5.750 revoluciones y 165 Nm de par a 3.750 revoluciones. Un motor elástico y lineal, infinitamente más suave que los diésel de la época aunque, obviamente, con una cifra de par más baja.

La fase II de la primera generación Laguna fue la que más se benefició de los motores diésel, aunque las opciones de gasolina todavía tuvieron oportunidad de convencer a los usuarios

El Laguna con acabado RXE era una opción intermedia con un buen equipamiento –elevalunas eléctricos en todas las puertas, llantas de aleación, cargador de CD, tapicería mixta… – y aun así, se quedaba por debajo de los 1.300 kilos de peso. Eso, junto a unos desarrollos del cambio bien ajustados –cuarta de 27,3 km/h a 1.000 revoluciones y quinta de 33,5 km/h a 1.000 revoluciones–, se lograban buenas prestaciones y consumos que, para la época, era muy respetables. Sirva de ejemplo que, según datos oficiales, en carretera se gastaba 6,3 litros cada 100 kilómetros y el 0 a 1.000 metros se completaba en 32,6 segundos.

Había ejercicios en los que no podía enfrentarse a la versión turbodiésel, como las recuperaciones, pero los diésel no podía ni soñar, entonces, con la suavidad y la ausencia de vibraciones y ruido de un motor gasolina. Y es ahí donde el Renault Laguna 1.8 RXE hacía hincapié, en el tacto, en la suavidad y en el refinamiento general de funcionamiento. Obviamente, no era el coche para aquellos usuarios que hacían muchos kilómetros, pero para el que apenas recorría 10.000 kilómetros al año podía ser la mejor opción.

El Renault Laguna 1.8 RXE se vendió relativamente bien, mucho mejor que algunos rivales gasolina. Se quedó por detrás del turbodiésel, los consumos y el precio del combustible eran argumentos casi imposibles de rebatir, eso y que la prensa de la época, en ocasiones, hacía declaraciones poco coherentes, como decir que “no era un coche ruinoso hasta cierto grado de uso”. El auge del diésel afectó incluso a los que tenían que haber informado correctamente.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

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