Era casi seguro que algo en el tintero me iba a quedar sobre una de las grandes subasta del año en Estados Unidos. Son miles los coches que año a año la casa Mecum vende al mejor postor en Glendale. Ante tanto americano, en su momento me pregunté qué modelos alemanes figuraban en el catálogo y armé una breve selección con podio incluido.
Pero, claro, los nacionales eran inevitables y, tras escribir sobre un Torino con motor V8 428 Cobra Jet, me quedaba dedicarle unas líneas a otro que luce la cobra todavía con más autoridad. En la parte trasera por duplicado, en los laterales, con el estilo vintage y distintivo, allí, en este Ford Mustang Convertible 1967, aparece el emblema. Pero éste es apenas una puerta de entrada a una serie de atributos que este coche no tenía cuando salió de fábrica.
El más importante se esconde debajo del capó. Puedes tomar su volante, plegar eléctricamente la capota de lona –algo maltratada, según las fotos publicadas por Mecum, hay que decirlo–, hacer notar el arco antivuelco y sacar provecho de su doble faceta: un deportivo de ocho cilindros con potencia por debajo o por arriba de los 300 CV –dependiendo de la cilindrada–, con la capacidad de dejar esa estela rutera que sólo los clásicos a cielo abierto dejan. Pero la estela que este Mustang ’67 puede dejar es única por apariencia y lo puede hacer, además, sobre un poder de fuego muy superior al rango mencionado.
El Ford Mustang Convertible 1967 inspirado en el “Little Red” de Shelby
En 1967, los Mustang tenían en el V8 6.4 de 324 CV la potencia máxima tope. El de este Convertible es un V8 de cinco litros, pero genera 435 CV porque se trata de un motor Coyote 5.0 tomado de uno de la segunda generación. Con respecto a su llamativa apariencia, no es una más esa combinación de pintura roja con doble franja blanca de carrera y el tradicional trazo en contraste lateral con insignia GT500, sino que se trata de un acabado homenaje al “Little Red”, el histórico Ford Shelby Mustang GT500 que en sus días fue coche de la empresa y que hace unos siete años fue noticia por su hallazgo y puesta en restauración.
Entonces tenemos un convertible con cualidades de privilegio, y eso que hasta aquí no les mencioné el resto de su equipamiento especial. Como el “Little Red”, este ejemplar fue sometido a restauración y, entre los atractivos, sobresalen unas llantas Shelby de 17 pulgadas y unos faros antiniebla centrados que parecen inspirarse en la inolvidable Eleanor plateada de 60 segundos. El sonido del V8, conectado a una caja manual de cinco velocidades Tremec TKK, sale por un sistema doble de escape con silenciadores. No me quiero olvidar del maletero, que luce impecable porque fue parte de la renovación.
Ya habrá tiempo para hablar en profundidad del verdadero Shelby GT500 “Little Red” de 1967, de su historia, de su desaparición, de cómo el tiempo y el olvido han hecho lo suyo, y del renacer de su restauración. De momento, les propongo que consideren a este ejemplar una suerte de prólogo a esa siguiente entrega.
Mauro Blanco
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