El Ford Orion 1.6i Ghia fue considerado como la mejor y más equilibrada opción del sedán norteamericano –yankee de marca, europeo de concepción–. Tenía un motor que, por prestaciones, se situaba en lo más alto de la gama, que combinado con el acabado Ghia, le daban al Orion un caché que, en aquellos años, era muy apreciado en España.
Resulta curioso como, allá por los años 80, había quien consideraba a Ford como un fabricante alemán, o como poco, consideraban a sus modelos de origen alemán, pues la marca tenía una sede en Colonia, donde se configuraban y daban forma a los modelos que se venderían en Europa. Se podría considerar una idea aceptable, sobre todo porque la marca yankee no vendía en Europa nada, o casi nada, que no se hubiera desarrollado aquí.
El Ford Orion 1.6i Ghia era uno de esos coches considerados alemanes, la misma revista Autopista, cuando probó el modelo en la década de los 80, así lo decía: “La gran mayoría de los modelos alemanes parecen estar pensados en todos sus aspectos para las necesidades y gustos de su propio mercado”. Un detalle curioso y divertido, que no afectaba en nada a las apreciaciones que tenían sobre el modelo, todo sea dicho.
La puesta en escena del Orion 1.6i Ghia coincidía con la renovación del modelo, que además, venía de recibir algunas críticas en determinados apartados como la suspensión trasera o los desarrollos del cambio. Dos puntos que, como cabe esperar, fueron analizados en al prueba del modelo publicada por la mencionada revisa, junto al motor, un bloque de 1,6 litros que procedía, directamente, del Escort XR3i y presumía de prestaciones, aunque también de un consumo algo elevado.
Con mayores aspiraciones que el Escort del que derivaba, el 1.6i Ghia era la versión más prestacional de la gama

De primeras, Máximo Sant, quien firma la mencionada prueba, dejó claro que muchos de sus puntos flojos se habían revisado y mejorado. Por ejemplo, decía que el eje trasero había mejorado la estabilidad, pero que seguía sin ser cómodo, mientras que, ahora sí, el cambio tenía unos desarrollos correctos. De hecho, según ficha técnica, la cuarta marcha tenía un desarrollo de 29,11 km/h a 1.000 revoluciones y la quinta, llegaba a 36,39 km/h a 1.000 revoluciones.
Esos desarrollos permitían aprovechar bastante bien las bondades del propulsor. Se trataba de un cuatro cilindros de 1.596 centímetros cúbicos de cotas cuadradas –79,9 por 79,5 milímetros para diámetro y carrera respectivamente–, alimentado por inyección electrónica Bosch K-Jetronic y dos válvulas por cilindro. Rendía 105 CV a 6.000 revoluciones y 14,1 mkg a 4.000 revoluciones, cifras que pueden parecer poca cosa, pero tenían que mover un conjunto de 968 kilos con depósito lleno. No es de extrañar, por tanto, que la velocidad máxima fuera de casi 187 km/h, aunque como ocurría con muchos otros coches, se lograba en cuarta. En quinta, la velocidad máxima se quedaba en 176 km/h.
Otras cifras interesantes pueden ser los 17,9 segundos para los 400 metros con salida parada o los 19,8 segundos que necesitaba para recorrer la misma distancia desde 50 km/h en quinta. Sin embargo, las cifras de prestaciones no lo son todo y si hacemos caso a lo que publicó la revista, el Ford Orion 1.6i Ghia era ligeramente subvirador y tenía un sistema ABS poco eficaz –sistema que se ofrecía como opción–. También se criticó la poca sujeción de los asientos.
Por 1.482.000 pesetas –8.907 euros de 1986–, el Ford Orion 1.6i Ghia era un modelo muy interesante y prestacional, que resultaba más barato que cualquiera de sus rivales directos y no por ello más lento o peor equipado.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS