Puedes hablar del fabricante al que los factores externos e internos no lograron hacer desaparecer o, simplemente, puedes llamarlo por su nombre. La marca británica TVR nunca ha recibido su tiro de gracia y eso que oportunidades no faltaron. De propietario en propietario la firma fue avanzando, con transiciones que se debieron en más de una ocasión al pobre volumen de ventas.
Hoy, lo más actual sobre de la compañía gira en torno al regreso del Griffith y es lógico que así lo haya determinado la automotriz, pues la reaparición del nombre para la década del noventa significó una de las mejores producciones. Ahora bien, tratar al retorno del Griffith como lo más actual es relativo. Es lo que la comunidad del motor está esperando, sí, pero hablamos en realidad de una espera que ya lleva a cuestas unos años. Desde el 2017, para ser exacto. Fue ese el año de la presentación de su nueva generación y a este ritmo llegaremos a la década sin su regreso consumado.
Pasan los años y los artículos se publican en el mismo tono. Si la noticia es el lanzamiento, lo que se difunde sobre el nuevo Griffith es la “no noticia”. Sin novedades, ni indicios, ni nada, solo recordar que el coche sigue sin llegar a producción y actualizar el parte cuando las circunstancias lo ameriten, como en algún momento lo fue el retraso producto de la toma de posesión del gobierno galés y su injerencia. No vengo aquí para hacer que la rueda siga girando. Les propongo un ida y vuelta con el pasado. De aquel TVR Griffith noventero al que se supone que algún día se estrenará en las calles.
Mientras sigan sin anunciarse novedades respecto de la evolución que la nueva generación pueda ir adoptando hacia su llegada, los datos a refrescar seguirán siendo aquellos que se dieron a conocer en su revelación del 2017: el Coyote V8 de cinco litros heredado del Ford Mustang GT, la potencia máxima de 500 caballos, una caja manual Tremec de seis velocidades, una aceleración de menos de cuatro segundos para alcanzar los 100 km/h de parado y una optimización en el efecto suelo y la carga aerodinámica, entre otros aspectos.
De manera que lo que más interesante me resulta es regresar al exitoso Griffith que se conducía a cielo abierto, ver qué características se evidencian en este que se hace desear y cuáles de las que no están podríamos desear, valga la redundancia, que se revivieran. Todo esto por inquietud personal, pero en paralelo respondiendo a los intereses mostrados por el fabricante, para el cual debía aquel convertible estar presente en el nuevo modelo.
El parecido entre ambos a golpe de vista es real. El extenso morro está reinterpretado, pero está. Lo mismo sucede con el corte lateral por el cual fluye el aire detrás de las ruedas delanteras. En el capó, el futuro biplaza emplea molduras que ligeramente recuerdan las del Griffith predecesor, aunque este último destacaba por una notable apertura en forma de U para el flujo del aire a su V8 de cuatro litros.
Observando al futuro modelo desde atrás, entiendo las soluciones aerodinámicas contemporáneas como los grandes difusores en beneficio de una mayor carga, pero en este caso me parece un completo pecado en términos estéticos. El Griffith 500 lucía una zaga esculpida con maestría, atemporal para su tiempo, limpia y expresiva. Nada del sector trasero de aquel clásico es retomado en el nuevo, ni siquiera las salidas de escape, ahora reubicadas en los faldones laterales.
El diseño de cubierta de las ópticas delanteras tampoco está exento del legado sembrado por la segunda generación. Hoy, unos faros empotrados del estilo del antecesor caería desfasado en el tiempo. Creo que la interpretación a base de unas no tan exageradas líneas angulares está lograda y no se aleja de la identidad.
Sería apresurado afirmar que este nuevo diseño será el único. Recordemos que cuando se anunció la producción limitada a 500 unidades a comercializarse en 2019, la versión descapotable era la que le seguía, según trascendidos. Dado por sentado que en algún momento el Griffith cerrado estará entre nosotros, tal vez, de concretarse el roadster, la británica TVR se permita apostar a algo más atractivo, a la altura de aquel seductor de los ’90.
Mauro Blanco
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