El Opel Zafira 1.6 16v Comfort, era todo un rara avis en un mercado, el europeo, que se había rendido a las bondades del diésel: un monovolumen compacto con motor gasolina, una combinación que no dejaba de ser acertada para ciertos usuarios, pero que no contó con tanta popularidad como las versiones diésel.
Renault y su Mégane Scenic, algo así como una reinterpretación del exitoso Renault Espace pero en la categoría de “los cuatro metros” –4.134 milímetros exactamente, en el caso del primer Scenic de 1996–, abrieron la puerta de un segmento que, hasta ese momento, ni siquiera existía. Fue el comienzo de una época durante la cual, todo se inspiraba en un monovolumen, incluso los compactos como el Peugeot 307, el SEAT León 1P o el Honda Civic.
Fue una época en la que todos los compactos, o casi, tenían una notable oferta en cuanto a carrocerías, aunque fue la monovolumen la que más tirón tenía. Ahí apareció el Opel Zafira, la opción “de un solo volumen” del Opel Astra G –compartían motores, plataforma, rasgos de diseño… – que, además, destacó por su ingenioso sistema de asientos traseros, que se plegaban en el suelo y se escondían completamente.
El Opel Zafira fue el primer monovolumen con siete asientos, que tenía dos en la tercera fila totalmente plegables. Una idea que se llevó alabanzas de casi todo el mundo, pero que no resolvía un problema típico de estos coches: las dos últimas plazas eran para desplazamientos ocasionales. Eran pequeñas, con la comodidad justa y, además, dejaban al coche sin maletero.
Con cerca de 150 Nm para casi 1.400 kilos, no se podían esperar grandes prestaciones, aunque las suficientes para un coche con aspiraciones familiares
Cuando el Zafira comenzó su comercialización, lo hizo con motores gasolina: un bloque de 1,6 litros y otro de 1,8 litros, así como dos niveles de acabado: Comfort y Elegance. Esto hacía del Opel Zafira 1.6 16v Comfort la opción de acceso a la gama, con un precio base de 2.598.000 pesetas –15.615 euros, 27.920 euros si añadir IPC hasta 2024–. El equipamiento, en su momento, no estaba mal, pero faltaban cosas como el aire acondicionado, los airbags laterales, los antiniebla delanteros, la radio o las llantas de aleación.
Eran, obviamente, otros tiempos, que se notan incluso en la configuración de la versión. Hablamos de un coche con mucha superficie frontal, 1.392 kilos y un motor de 1.598 centímetros cúbicos, culata de cuatro válvulas por cilindro, 100 CV a 6.000 revoluciones y 15,3 mkg a 3.600 revoluciones. Algo menos de 150 Nm para un coche de casi 1.400 kilos es poco par, y por ello, hasta pasadas las 3.000 revoluciones, el coche se movía con pereza. Y eso que la caja de cambios, manual de cinco relaciones, tenía unos desarrollos bien ajustados –una cuarta de 24,68 km/h a 1.000 revoluciones y una quinta de 31.05 km/h a 1.000 revoluciones–.
Curiosamente, según datos de revistas como Autopista, las prestaciones, en conjunto, estaban ligeramente por encima de sus rivales y, a modo de curiosidad –en un monovolumen como este, el 0 a 100 km/h impora un rábano, por ejemplo–, podía alcanzar los 176 km/h, hacer el 0 a 100 km/h en 14,34 segundos y el 0 a 400 metros en 18,95 segundos. Las recuperaciones de 80 a 120 km/h se hacían en 17,72 segundos.
Los importante en un coche como el Zafira 1.6 16v Comfort, eran los consumos y su comportamiento en carretera. La mediana de gasto era de 8,5 litros –según la revista Autopista– y, con un depósito de 58 litros, se tenía una autonomía de 685 kilómetros. En cuanto al comportamiento, pues contaba con una dirección bastante precisa, que permitía tener un buen control de por donde iba el coche, mientras que los frenos tenían potencia y aguante, la estabilidad era elevada y la agilidad en curvas destacable para el tipo de coche. Solo reprochar una tendencia a cabecear cuando el asfalto estaba ondulados, lo que provocaba que se perdiera sensación de confianza.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS