El Lancia Delta 1.8 16v se posicionaba como el escalón medio en la gama del compacto italiano. Hablamos de la segunda generación, puesta en escena allá por 1993 como reemplazo, obviamente, de la primera entrega del modelo, a la cual, superaba en todo. Y no solo superaba en todo, sino que no había nada en común entre una generación y otra, fue una ruptura total.
Publicitado como Nuevo Delta, la segunda generación del compacto italiano buscaba mantener la misma esencia del anterior –imagen, detalles exclusivos como las tapicerías de terciopelo, talante deportivo… –, pero con una mejora notable en apartados como los acabados y con un diseño totalmente nuevo, sin nada en común con la anterior y cuadrada generación.
Hubo algunos errores con la puesta en escena del Lancia Delta II, como su parecido con el Lancia Dedra o la negativa de la marca a entrar en competición –la saga de la primera generación se fue al garete–, pero al menos, se ofreció un coche de formas interesantes y equilibradas, con un claro talante dinámico que le permitía destacar entre los modelos de su categoría. Y entre ellos, la versión con el motor de 1,8 litros suponía una de las mejores opciones, básicamente por equilibrio en todos sus apartados.
La segunda generación del Lancia Delta compartía plataforma con el Alfa Romeo 145. De hecho, el diseño del Alfa 145 empezó como el proyecto del Delta II
Según la Autopista, el Lancia Delta 1.8 16v poseía el motor “de más optimizado compromiso” para una utilización variada. Eran 1.747 centímetros cúbicos –cotas cuadras, 82 milímetros de diámetro por 82,7 milímetros de carrera de los pistones–, culata multiválvulas con dos árboles de levas y taqués hidráulicos, que rendía 113 CV a 5.800 revoluciones y 15,7 mkg a 4.400 revoluciones. Una cifra de potencia que se colocaba en un término medio, con prestaciones que, igualmente, se podían considerar una media en el segmento: 195 km/h de velocidad máxima, 10,3 segundo para el 0 a 100 km/h y un consumo de que rondaba entre los 6,1 y los ocho litros.
Había cosas que eran “auténticamente Lancia”, como la presentación del habitáculo y sus acabados, más cuidados que muchos rivales aunque sin llegar al nivel de los mejores. Algo que sí lograba en cuanto a comportamiento, aunque también seguía tendencias de aquellos años, las cuales se centraban en suavizar el carácter general de los coches y hacerlos más del gusto de todo el mundo –tendencia que acabó por provocar que todos los coches se parecieran, por cierto, y que se ha mantenido como un estándar en todos los segmentos–.
La segunda generación del Lancia Delta perdió algo de carácter y difuminó un poco su esencia, para hacerse más “del montón” y poder llegar a un público más alto. No obstante, mantenía cierto talante dinámico que lo apartaba de la media, los 195 km/h del Lancia Delta 1.8 16v son un claro ejemplo de ello. Lástima que no fuera más barato, pues sus 2.795.000 pesetas –equivalentes a unos 35.561 euros de 2024– le ponían al nivel de un Volkswagen Golf III, aunque el equipamiento no era malo; incluía el airbag de conductor de serie, el aire acondicionado, las llantas de aleación, los elevalunas eléctricos o el cierre centralizado, pero dejaba cosas como el ABS o la radio con lector de cassette como extras a pagar aparte.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS