El SEAT Fura CL pretendía ser una opción más equipada de la gama Fura, pero también una opción económica y usable día a día, pero económica por gastos de uso, es decir, por unos consumos contenidos, entre otras cosas. Un objetivo que se intentó alcanzar con un simple gesto por parte de la marca: montar la transmisión del Ritmo CLX, con grupo final incluido, junto al motor de 900 centímetros cúbicos en su versión para gasolina de 90 octanos. ¿Resultado? Según la prensa de la época: mejorable.
La vida final del SEAT 127 lo llevo a transformarse en el SEAT Fura, una acción necesaria pues, por entonces, la firma española y FIAT habían empezado con su separación y en aquel momento, SEAT no tenía otra forma de seguir adelante que aprovechar lo que ya tenía y darle una nueva vuelta de tuerca.
Así, el SEAT Fura se puso en circulación con un notable cambio estético, pero sin poder ocultar que bajo esa fachada había un 127, un coche que ya tenía unos cuantos años a sus espaldas. Sin embargo, la prensa tuvo buenos comentarios y las críticas no fueron especialmente agresivas, más bien lo contrario, salvo por algunos detalles, como los desarrollos de la caja de cambios del SEAT Fura CL.
Con el Fura, SEAT alargaba la vida del 127 a pesar de sus muchos años en el mercado
En una prueba para la revista Autopista, en el número 1.187 –marzo de 1982–, el señor Arturo de Andrés no tuvo reparos en criticar ampliamente lo poco adecuado de los desarrollos de la caja de cambios. Según sus palabras, el desarrollo de la quinta relación era excesivo y, al máximo, el motor apenas podía superar las 4.400 revoluciones. Es posible, y hasta probable, que en condiciones ideales permitiera consumos muy bajos, pero en tráfico real la cosa era bien diferente. Al parecer, el juego “cuarta-quinta”, “quinta-cuarta” era una constante en carretera.
Los datos publicados en aquella prueba hablaban de un desarrollo, a 1.000 revoluciones, de 28,48 km/h, lo que, más de 30 años después, no parece tan largo. La cuestión es que, el motor, era el cuatro cilindros de 903 centímetros cúbicos adaptado a 90 octanos, lo que obligaba a reducir la compresión hasta 8,7:1 y por tanto, también las prestaciones generales. El propulsor rendía 43 CV a 5.600 revoluciones y un par de 6,1 mkg a 3.000 revoluciones, cifra, esta última, bastante escueta –unos 60 Nm, muy poco–. Es cierto que el coche no pesaba gran cosa, 738 kilos, pero era incapaz de superar los 132 km/h en cuarta, ni los 126 km/h en quinta.
No obstante, el SEAT Fura CL era, en el resto de los apartados, un buen coche, o eso al menos se decía. De primeras, se eligió el buen aspecto y la calidad general del interior –lo tildaron del más atractivo de su categoría–, incluso se decía que los asientos delanteros eran excelentes por tapizado y confort, aunque algo escasos en cuanto a sujeción lateral. El comportamiento, por su parte, también tuvo buenas palabras a pesar de que el bastidor no había tenido apenas cambios en 10 años largos…
El SEAT Fura CL fue una versión que se vendió muy bien, pero con un cambio más corto, habría sido mejor producto.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS