El Citroën Berlingo fue, aunque a muchos se les haya pasado por alto, un vehículo revolucionario. Fue el primero de su tipo en ser diseñado para ser, precisamente, lo que era, una furgoneta pequeña, no un derivado de un turismo convencional, como si lo era la incombustible –y casi indestructible– Citroën C15. Hay quien piensa que Renault, con el Kangoo, fue quien revolucionó el segmento de los comerciales ligeros, pero el Berlingo llegó al mercado en 1996 y el Kangoo, un año después. Sí, el desarrollo se realizó en paralelo y la idea original pudo ser de cualquiera de las dos marcas, pero el primero en llegar fue el Berlingo.
Dicha concepción permitió que ofreciera una zona de carga como nunca se había visto en el segmento, con formas muy aprovechables, que, a su vez, dieron lugar a versiones homologadas como turismo que podían poner contra las cuerdas a cualquier monovolumen. De entrada, el maletero de las versiones “de pasajeros” era de nada menos que 580 litros con todas las plazas en uso, que eran cinco en total. Eso sin contar con las puertas laterales correderas, que resultan perfectas porque dejan un cómodo hueco de acceso y no molestan si, por ejemplo, hay que sentar a los más pequeños y ponerles el cinturón –o la sillita–. Lo malo que no todas las versiones tenían puerta corredera…
Por diseño tampoco se podía poner muchas pegas, pues el Citroën Berlingo era, por así decirlo, un comercial ligero resultón, sin el tradicional aumento de volumen en la parte trasera de las “viejas” furgonetas, lo que conseguía darle una estética equilibrada e incluso atractiva en según que versiones. Por ejemplo, el Citroën Berlingo Mutispace, las versiones “de pasajeros” auténticas –también estaba el Berlingo Combi, pero era un vehículo mixto–, contaban con un habitáculo cuyo acabado hoy día sorprende por lo colorido de las tapicerías y la presentación general.
El primer comercial ligero diseñado sin partir de un turismo convencional; marcó un hito y desde entonces, todos los coches de su categoría han seguido sus pautas
De hecho, el Citroën Berlingo Multispace con el motor de 1,8 litros, era una opción bastante interesante y según la prensa de la época, ofrecía una relación precio-producto irreprochable, incluso se alabó el rendimiento del motor y el comportamiento dinámico, apartados que, por lo general, en vehículos comerciales apuntan hacia otras necesidades y la dinámica de conducción suele ser la menos importante –se busca que sean fáciles, estables y seguros al circular con carga y sin carga, pero no eficaces o divertidos–. Ese motor rendía 90 CV a 5.000 revoluciones y un par de 147 Nm a 2.600 revoluciones, encargados de mover un conjunto de 1.170 kilos.
Su condición de motor “de gasolina”, allá por 1996 o 1997 no era un problema, pues los motores turbodiésel todavía no se habían convertido en la única opción para los usuarios. El consumo no era excesivo, según datos oficiales se situaba en 7,1 litros cada 100 kilómetros. Coche Actual, en el número 501 –finales de noviembre de 1997– publicó una prueba del Citroën Berlingo Multispace 1.8 y afirmaron que el motor se caracterizaba por un buen empuje desde bajo régimen y se mantenía de forma muy regular hasta las 5.000 revoluciones. Sin embargo, el desarrollo de la quinta marcha era, por lo visto, muy larga. También se destacó el tiempo para completar el kilómetro con salida parada: 35 segundos. Una cifra que no es sorprendente, pero teniendo en cuenta que medía 1.80 metros de alto y que era una pequeña furgoneta ligera adaptada para ser un turismo, estaba mejor que bien.
Curiosamente, esa prueba acaba diciendo que “si aparecen curvas, el Berlingo Multispace no va a parecer un pez fuera del agua. Frena lo suficiente, la dirección es precisa y las suspensiones le mantiene muy bien pegado al suelo, sin que aparezcan oscilaciones de la carrocería o un balanceo exagerado. Sorprende que, pese a su aspecto, permite ir deprisa con mucha seguridad y es antes la postura al volante la que hace mostrarse conservador”.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS