La primera generación del Citroën C3 se presentó durante el salón de Frankfurt de 2001 y no era, precisamente, el coche más emocionante que la firma francesa ponía en circulación. Sin embargo, demostró ser un modelo realmente versátil, económico y además, duradero. Sobre todo con los motores HDi de 75 CV, capaces de aguantar el peor trato que se les diera.
El C3 era el heredero del Citroën AX y del Citroën Saxo, dos auténticos bestseller de la compañía, y mantenía, en gran parte, la misma esencia de esos dos modelos. Básicamente, hablamos de un coche que no pretendía ser el mejor en nada, sino que ofrecía funcionalidad y comodidad. El mejor ejemplo de ello es que, al contrario que sus antecesores, el C3 no contó con versiones deportivas –el DS3 Racing no es un Citroën C3, y estaba basado en la segunda generación del modelo–.
Lo más deportivo, o deberíamos decir, lo más dinámico de la gama, era el Citroën C3 VTR, que contaba con detalles que reforzaban su talante deportivo, como llantas de 16 pulgadas, calandra y retrovisores negros y añadía el control de estabilidad de serie. En el interior también había algunos detalles, pero nada fuera de lo normal: nuevo pomo para el selector del cambio, molduras que imitaban al aluminio…
Se podía configurar con el motor gasolina 1.6 16v de 109 CV, pero el más popular, sin duda, era el Citroën C3 VTR 1.6 HDi con 92 CV. Había un HDi con 110 CV, el más potente de la gama en diésel, pero estaba destinado al acabado Exclusive, y ciertamente, no le habría venido mal a la versión VTR.
A inicios del Siglo XXI, los motores turbodiésel dominaban el mercado, y el C3 VTR con el 1.6 HDi de 92 CV era una opción muy interesante
Concretamente, era el motor de cuatro cilindros y 1.560 centímetros cúbicos, cuya potencia se obtenía a 4.000 revoluciones y se acompañaba de 215 Nm a 1.750 revoluciones. Tenía culata multiválvulas, dos árboles de levas en la culata, inyección por raíl común, turbo de geometría fija e intercooler.
Las prestaciones, como cabe esperar, no eran desbordantes, pero si muy dignas para el segmento y para el momento de su comercialización –allá por 2004–. La velocidad máxima oficial era de 180 km/h, el 0 a 100 km/h se completaba en 10,8 segundos y los consumos se cifraban en 5,7 litros en circulación urbana y 4,4 litros cada 100 kilómetros en ciclo mixto. Las emisiones homologadas, que por entonces estaban en el punto de mira, era de 118 gramos de CO2 por kilómetro –estaba exento del impuesto de matriculación–, aunque no debemos pasar por alto que eran cifras homologadas según el nefasto ciclo NEDC.
El Citroën C3 VTR compartía equipo rodante con las versiones más potentes y con los C3 equipados con las llantas de 16 pulgadas –con más de 90 CV–, que se caracterizaba por muelles y estabilizadoras menos flexibles, casquillos para el eje delantero específicos, un eje trasero torsional más rígido y unos amortiguadores adaptados a todo este conjunto de modificaciones.
Las pruebas de la época destacaron el buen hacer de la nueva suspensión, que hacía del Citroën C3 VTR 1.6 HDi un coche más agradable de conducir cuando el trazado se complicaba. El C3 era, por lo general, un coche bastante blando en todos los sentidos –mandos, pedalier, suspensiones… –, pero el VTR, con los retoques en las suspensiones, mejoraba bastante su comportamiento y su agilidad, aunque como se ha dicho antes, no era un deportivo.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS