El SEAT Ibiza 1.9 TDI Sport, con la versión de 130 CV del mítico turbodiésel de Volkswagen, fue de las versiones más interesantes del utilitario español. Una versión que combinaba uno de los mejores motores diésel de la época con un diseño muy acertado y una buena puesta a punto. Era la fórmula del éxito que, al igual que ocurrió con el León, fue reemplazado por el Ibiza FR TDI, que básicamente era el mismo coche pero con algunos cambios menores.
Apenas había pasado un año desde el cambio de siglo y el Ibiza se había sometido a un cambio notable, que destacó por un diseño creado por un equipo dirigido por Walter da Silva, una sustancial mejora en cuanto a terminación y diseño interior, más una ambición que no nunca se había visto en la marca. SEAT se comía el mundo en aquellos años, o eso pretendían, con productos como la segunda generación del SEAT Toledo o la aparición del SEAT León.
El Ibiza era uno de los pilares de ventas en aquellos años, cuando los SUV todavía no se habían extendido de forma incontrolable. De hecho, el SEAT Ibiza no solo era uno de los sustentos de la marca, también estaba considerado un referente en algunos apartados, como, precisamente, las prestaciones con los motores diésel.
Volkswagen dio en el claro con los TDI y el 1.9 TDI de 130 CV era una de las variantes más interesantes del catálogo. Ese motor contó con muchas configuraciones, desde una versión atmosférica con 64 CV que era casi indestructible, hasta la más bestia y que solo apareció bajo el capó del Ibiza Cupra TDI, con 160 CV. Entre medias, 90, 110, 130 y 150 CV, aunque al final de la vida comercial del Ibiza, también hubo una opción que “solo” rendía 100 CV. De todas ellas, la mejor, o más interesantes por su equilibrio entre prestaciones y consumos, era, sin duda, la de 130 CV.
Ese motor, en el SEAT Ibiza 1.9 TDI Sport, se combinaba con una caja de cambios de seis relaciones y convertía al utilitario español en una bomba. Los motores TDI se hicieron famosos por sus prestaciones y por la “patada” que ofrecían a cierto régimen, sin olvidar las cifras de potencia que rendían cuando se les sometía a banco de potencia –las malas lenguas dicen que las unidades de prensa estaba un poco “apretadas”–. En el caso del 1.9 TDI de 130 CV, si hacemos caso a las declaraciones que hacían desde la revista Autopista, era un motor demoledor entre 2.000 y 4.000 revoluciones, capaz de lanzar al Ibiza hasta los 210 km/h de velocidad máxima.
También se destacaba la cifra de par, que mantenía constantes más de 230 Nm hasta las 2.110 revoluciones, cuando entregaba su cifra máxima de casi 340 Nm. Había muy pocos motores que fueran capaz de entregar esas cifras, pero como dato curioso que no se decía en aquellos años, el 1.9 TDI no era especialmente un motor frugal. Cuando se circulaba aprovechando todo su potencia podía superar los ocho litros de media y en ciudad, no era fácil hacerlo bajar de siete litros cada 100 kilómetros. Eso sí, a velocidad sostenida –hasta 140 km/h–, el Ibiza 1.9 TDI Sport podía presumir de gastar entre cinco y seis litros de media.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".He tenido el honor de conducirlo ahora mismo (un ejemplar con más de 300.000 km hechos). Va impecable de motor, y tiene estabilidad a prueba de maniáticos, tanto en paso por curva como en frenada por su escasa masa.
Yo diría que es un gran coche.