Cuando se ven las cosas con cierta perspectiva, no siempre se aprecia la importancia del momento. Si nos fijamos, por ejemplo, en la presentación del Mercedes 190E, acostumbrados como estamos a ver modelos de Mercedes de casi cualquier tamaño y con motores realmente pequeños, no somos capaces de ver realmente la dimensión del momento. Sin embargo, para eso está la historia, ¿no? Para contar las cosas y que podamos ser conscientes de lo que pasó, aunque, como cabe esperar, tampoco se logrará entender del todo realmente lo ocurrido.
La aparición del Mercedes 190E fue todo un acontecimiento, era un “Mercedes pequeño”, lo nunca visto y todo un atrevimiento de la marca. Además, el hecho de ser “pequeño”, también le hacía “barato”, y las ventas se dispararon. Pero el baby Benz era mucho más que un simple Mercedes algo más pequeño que de costumbre, era una estrategia de Marketing que sirvió para mejorar la imagen de la marca, para aumentar los ingresos, para convertir, nuevamente, a Mercedes en algo más que “el coche del abuelo”; El 190E fue un cambio importante dentro de la marca.
El Mercedes 190E, de cuyo diseño se encargó Bruco Saco –estuvo en Mercedes desde 1975 hasta 1999–, se presentó en 1982 y presumía de una carrocería muy aerodinámica, una línea que marcaría la línea de los modelos venideros, como ocurrí, por ejemplo, con el Mercedes W124. Y por supuesto, esa aerodinámica sirvió para que los consumos fueran más reducidos, sobre todo en las versiones diésel.
Sí, ya por entonces se ofrecían motores diésel, aunque lejos de los que luego comenzaron a llegar en la década de los 90. Mercedes siempre apostó por los propulsores alimentados por gasóleo y el 190E fue una buena plataforma para evolucionarlos. El más potente que se llegó a ofrecer en el modelo fue un bloque de cinco cilindros en línea con 2.497 centímetros cúbicos con culata de 10 válvulas y turbo, capaz de rendir 93 kW –126 CV– a 4.600 revoluciones, y 231 Nm de par a 2.400 revoluciones. Se combinaba con un manual de cinco relaciones o cambio automático de cuatro relaciones.
Con un peso de 1.275 kilos, esos 125 CV la permitían unas prestaciones que, para el momento, se consideraron muy buenas incluso con el cambio automático. La velocidad máxima era de 195 km/h, mientras que el 0 a 100 km/h lo completaba en 11,5 segundos. Los 400 metros con salida parada se recorrían en 18 segundos y el kilómetro en 33 segundos. Si se seguía con el acelerador al máximo, los 160 km/h se alcanzaban en 38,5 segundos.
Pero además, también presumía de buenos consumos. La media anunciada era de 7,5 litros cada 100 kilómetros, mientras que el depósito tenía 55 litros. Es decir, podía superar los 700 kilómetros de autonomía.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS