Se dice, o al menos se decía hasta la aparición del Alfa Romeo Giulia, que el Alfa 75 fue el último “Alfa de verdad”. Por un lado, fue el último coche que la firma desarrolló de forma independiente, y por otro, también fue el último Alfa Romeo de propulsión, dos cuestiones más que conocidas por los Alfisti y por los aficionados en general, pero que no por ello dejan de tener cierto peso en la historia del modelo, porque todo ello, supone el final de una era para la Anonima Lombarda, que pasó a estar controlada por FIAT y a tener que compartir elementos con otros modelos de diferentes marcas.
Para muchos fue el final de la auténtica Alfa Romeo, y lo fue, pero no en el mal sentido. El Alfa 75, aunque tiene atributos que lo hacen realmente interesante, es un coche que había nacido en el peor momento de la compañía y por ello, salió perjudicado: enormes ahorros de costes, baja calidad de producción, chapuzas varias en muchas partes del coche –como componentes tomados de otros modelos con más de 10 años–… No podemos olvidar que Alfa Romeo pasaba por dificultades económicas y por ello, había que ahorrar todo lo posible, pero también había que poner productos en circulación para poder generar dinero y por si fuera poco, era el 75 aniversario de la marca.
Aunque fue un coche proyectado con muchos ahorros de costes en mente y con malos materiales, el Alfa Romeo 75 contaba con muchos argumentos para enamorar a los aficionados a la conducción. La imagen, por ejemplo, fue uno de sus mejores argumentos, inspirado en el Alfa Romeo 90 y con una clara línea en cuña. La propulsión le otorgaba carácter y tacto deportivo, mientras que sus motores hacía el resto. Además, no se dejaron de lado las tendencias del momento y contó con algunas opciones muy interesantes, como un bloque 1.8 turbo, el cual apareció en 1986.
Dicho bloque, a pesar de lo que pueda parecer, no era espectacularmente potente, o no lo es a nuestros ojos, acostumbrados a que los motores tengan bastantes caballos sin importar el cubicaje. La marca anunciaba 155 CV a 5.800 revoluciones y 226 Nm a 2.300 revoluciones, un rendimiento que hoy parece algo justo, pero que en aquellos años no eran malas cifras y además, tenían que tirar de un conjunto que pesaba 1.200 kilos, lo que daba una relación peso-potencia de 5,71 kg/CV, que resulta ser una cifra bastante interesante. El motor, concretamente, tenía 1.779 centímetros cúbicos, culata con dos árboles de levas y 8 válvulas –las de escape rellenas de sodio–, se fabricaba completamente con aleación y contaba con un turbo Garrett T3 con intercooler e inyección. El cambio es manual de cinco relaciones.
Es llamativo que Alfa Romeo prometía deportividad por encima de todo, pero las pruebas de la época criticaban al coche por lo poco controlado que estaba el balanceo de la carrocería en curvas, aunque al menos no se le podía considerar lento. El 0 a 100 km/h lo completaba en 7,9 segundos, los 200 km/h desde parado los alcanar en 31,1 segundos, el 0 – 400 metros se lograba en 15,6 segundos y el kilómetro con salida parada en 28,5 segundos. LA velocidad máxima era de 218 km/h.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS