Citroën siempre fue una marca con una personalidad tremendamente marcada, pero también fue una marca muy innovadora, quizá demasiado en ocasiones. Citroën es el fabricante de los coches raros, esa firma que te gusta o aborreces, sin medias tintas, aunque durante una temporada hacía coches para todos los gustos, como el Citroën Xsara. No obstante, donde la firma francesa se suele salir del tiesto, es en el diseño de prototipos, de las características propuestas de salón, con coches como el Citroën Éole Concept.
La denominación de este concept car hace referencia al dios griego que dominaba los vientos, Eolo, lo que, a su vez, hacía referencia, obviamente, a su cuidada aerodinámica, un apartado que Citroën ha tenido en cuenta desde hace bastante tiempo. Además, para hacer todavía más hincapié en el tema aerodinámico, el Citroën Éole estaba basado en una plataforma de producción muy conocida: la del Citroën CX. Un automóvil que, muchos sabréis –y otros conoceréis a partir de ahora–, presumía de una carrocería muy aerodinámica, tanto, que lo pregonaba con su denominación –cx es la abreviatura que se usa para el coeficiente aerodinámico de un objeto–.
Aunque la plataforma era del CX, es evidente que el resto era específico, con especial atención al coeficiente aerodinámico, que resultó ser espectacularmente bajo: Cx de 0,19. No hay coche en producción que llegue a semejante nivel y el encargado de llegar a dicha cifra fue Robert Opron, a quien le debemos algunas de las creaciones más míticas de la firma francesa –DS, SM, CX y GS, entre otros– y algunas de otras marcas –Alpine A310, Renault Fuego y Renault 25 o Alfa Romeo SZ–. Pero Opron no estuvo solo, pues contó con la ayuda de Carl Olsen.
El Citroën Éole fue una innovación con ruedas, si se nos permite usar esa expresión. De primeras, fue un coche diseñado de forma digital, y hablamos de un coche presentado en 1985. Eso permitió que estuviera listo en pocas semanas y no en meses. Las ruedas estaban carenadas, con unas ruedas delanteras que contaban con un carenado que se movía con un sistema hidráulico junto con la dirección.
Su habitáculo escondía mucha más innovación y para aquella época, cosas inauditas. Por un lado, tenía un reproductor de CD extraíble, que se podía usar fuera del coche allá donde se estuviera –tenía un diseño muy similar a las tablet de hoy día–. Mientras tanto, los pasajeros de los asientos traseros y el copiloto, podían disfrutar de videojuegos. Entre los asientos traseros, había un módulo con todo lo necesario para una viaje entretenido.
Obviamente, un coche como este no podría haber pasado a producción en aquellos años. Hoy, en plena era de la revolución eléctrica, cualquier cosa es posible, pero entonces no. De todas formas, además de la plataforma, también hacía uso del motor, un gasolina de 2.5 litros con 138 CV, procedente del CX GTi.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS