Más allá de su apariencia e ingeniería, el Toyota 2000 GT es uno de los automóviles más significativos de todo el siglo XX. Sin duda una afirmación que puede parecer presuntuosa de primeras, aunque no deja de ser profundamente realista tras comprobar la enorme importancia simbólica interpretada por este modelo. Y es que, ¿cuál era la situación del automovilismo japonés a mediados de los sesenta? Bueno, evidentemente ya no se encontraba en la precariedad de propia del periodo de postguerra; con los motocarros y los Kei Car dominando una escena condicionada por los bajos niveles de renta y el atraso tecnológico.
Sin embargo, lo cierto es que éste aún no había producido un modelo realmente significativo. Una máquina que, por su audacia y eficiencia, fuera capaz de llamar la atención fuera de las fronteras nacionales. Llegados a este punto, los fabricantes japoneses empezaban a necesitar modelos icónicos con los cuales poder llamar la atención en Occidente. Y, para ello, nada mejor que las carreras. Así las cosas, en 1965 Honda conseguía dar el campanazo ganando el GP de México de F1 con su RA272. Un excelente primer paso de cara a poner la tecnología japonesa en el mapa mundial, el cual debía seguir siendo ratificado para no quedar como una simple anécdota.
No obstante, las carreras automovilísticas contaban con una escasa tradición en el país del sol naciente. Algo de lo cual nos da una ilustrativa pista el estado de sus circuitos para mediados de los sesenta, con tan sólo dos trazados permanentes en funcionamiento. Por un lado el de Suzuka – inaugurado en 1962 por la propia Honda – y por otro el de Fuji – el cual no vio la luz hasta 1966 – . Con todo ello, resulta evidente el esfuerzo realizado por los fabricantes nipones en su pugna por ponerse a la altura de los occidentales. Una historia en la que el Toyota 2000 GT jugó un papel esencial, presentándose en 1965 como un modelo prestacional capaz de mirarse de tú a tú con no pocos deportivos creados en Italia o Reino Unido. Japón había llegado para quedarse. Al fin.
La importancia simbólica del 2000 GT fue enorme, ya que sirvió para confirmar a la industria automotriz japonesa en su conjunto dentro del competitivo panorama internacional
Toyota 2000 GT Récord de Velocidad, la competición al servicio de la publicidad
Uno de los hechos más significativos para entender la importancia del Toyota 2000 GT es su capacidad para trascender a la propia Toyota. Y es que, lejos de verlo como un competidor, el resto de casas automovilísticas japonesas reconocieron en este deportivo un excelente embajador de la tecnología nacional. De esta manera, resulta imposible disociar los chorros de tinta vertidos sobre el mismo en Europa y América del éxito protagonizado por el Mazda Cosmo o los rápidos y populares Datsun del equipo BRE pilotados por John Morton en la Trans-Am.
De todos modos, lo cierto es que tras el lanzamiento del Toyota 2000 GT existieron unos enormes esfuerzos publicitarios. Algo por otra parte lógico, pues no se sale del ostracismo sin saber vender la calidad de lo que se está produciendo. Así las cosas, aunque la puesta a la venta del modelo se planteó para 1967 éste se presentó en el Salón de Tokio celebrado dos años antes. Todo ello con el objetivo de darse un plazo razonable no sólo para poner a punto el diseño, sino también para participar en carreras que dieran al Toyota 2000 GT un aura prestacional incluso antes de pisar los concesionarios.
Llegados a este punto, en 1966 diversas unidades de preserie fueron puestas a punto por TOSCO – Toyota Sports Corner – de cara a participar en los trofeos que ya empezaban a aflorar en Japón. Es más, incluso tres Toyota 2000 GT llegaron a ser modificados bajo la dirección de Carrol Shelby con el objetivo de competir en las series de la SCCA llegando a cosechar la cuarta posición absoluta. Además, durante aquel mismo 1966 se obtuvieron resultados alentadores en el recién inaugurado circuito de Fuji. Un ambiente optimista en el que Toyota decidió batir diversos récords de resistencia y velocidad meses antes del lanzamiento definitivo del Toyota 2000 GT.
Durante 72 horas aquella unidad del 2000 GT sólo paró para repostar y arreglar un pinchazo, dando a entender la fiabilidad y potencia del motor que llevaba bajo su capó. Estábamos ante un verdadero GT capaz de codearse con los italianos y británicos
Para ello se escogió la pista ovalada de Yatabe, inaugurada en 1964 por el Instituto Japonés de Investigación Automovilística con un trazado de cinco kilómetros y medio. Lugar adonde se desplazó un amplio equipo de Toyota en el otoño de 1966, haciendo rodar durante 72 horas seguidas a una unidad preparada del Toyota 2000 GT. Eso sí, en halago del diseño de serie es justo reconocer cómo las variaciones fueron mínimas; tan sólo eliminando ciertos elementos de la carrocería al tiempo que se rebajaba el recorrido de las suspensiones y se incorporaba un sistema de escape libre. Gracias a ello se logró mantener una media superior a los 200 kilómetros por hora, haciendo rotar a cinco pilotos para conquistar 13 récords mundiales de velocidad. Todo ello sin más problemas que un pinchazo y dos abolladuras por atropello de pequeños animales en pista. La prueba de que, como se vería a los pocos meses en el mercado de serie, el Toyota 2000 GT estaba llamado a ser un excelente automóvil deportivo.
P.D. Desgraciadamente, aquel Toyota 2000 GT de preserie con el que se batieron los récord de velocidad en Yatabe acabó destruido en una prueba de choque. La unidad que hoy en día se exhibe en ciertos eventos internacionales es una réplica.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS