En el ámbito del diseño industrial resulta interesante ver cómo unos trazos resultan mucho más avanzados que otros aún compartiendo la misma época. En ese sentido, quizás uno de los ejemplos más ilustrativos al respecto sea el del Opel Corsa y el Opel Junior. Nacidos con tan sólo un año de diferencia, mientras el primero apareció con unas líneas sobrias y sencillas donde todo se puso al servicio de la practicidad diaria, el segundo aún representa hoy en día un interesante estudio sobre la posibilidad de fabricar un automóvil económico y desenfadado para que sea usado como vehículo enfocado al ocio. Además, con el atractivo de haber sido ideado en 1983.
Un año en el que la industria del automóvil ya enfilaba con fuerza una de las décadas más interesantes en la historia del mismo, definida por una escalada tecnológica donde la popularización de la turbocompresión ponía la deportividad al alcance de las masas envolviendo todo en una serie de carrocerías tan llamativas como hoy en día nostálgicas. Así las cosas, casi todas las marcas se lanzaron a una interesante fiebre por realizar prototipo explorando todo tipo de nuevos nichos de mercado.
Y es que justo eso es lo que es el Opel Junior. Un experimento para tantear la posibilidad de vender en serie modelos recreativos basados en urbanos accesibles en lo económico. Algo así como lo que ya en los sesenta y setenta algunos fabricantes como Citroën hicieran con el Mehari y modelos similares, basándose en sus utilitarios para crear versiones desenfadadas y muy usables en los ámbitos camperos. Eso sí, en el caso de nuestro protagonista todo el proyecto se basó en el Opel Corsa A. Presentado tan sólo un año antes para ser la oferta de la marca en el segmento de los pequeños urbanos, y sobre el cual se basó este diseño tan original. Quizás, demasiado original.
Aunque apareció tan sólo un año después de la presentación del Opel Corsa, el Junior cuenta con una estética mucho más avanzada dado su carácter experimental
Opel Junior, con el ocio por bandera
Todo lo conservadores que fueron los diseñadores de Opel con el Corsa, lo tuvieron de innovadores con el Opel Junior. Por ello, aunque fue presentado tan sólo un año después, sus líneas fueron muy diferentes a las del pequeño modelo lanzado en serie en 1982. Curvas y con volúmenes suaves tal y como mandarían los cánones a finales de la década y comienzos de los noventa, su coeficiente aerodinámico se rebajó hasta el 0,31 Cx.
Si a eso se le suma un peso de tan sólo unos 650 kilos, se tiene todo un juguete para adultos con las carreteras reviradas. Eso sí, hablamos de diversión ociosa más que de entrega prestacional, pues nunca se debe olvidar que el propulsor escogido para el Opel Junior se extrajo de un Corsa con 1.2 litros. Por lo tanto, las ruedas delanteras de este prototipo contaban con el empuje de los 55 CV protagonistas de las variantes medias en la gama del recién estrenado modelo urbano.
Respecto a las características que diferenciaban al Opel Junior de cualquier otra idea surgida en la marca durante aquellos años estaban la modularidad y la versatilidad. De esta manera, en el salpicadero podían incorporarse elementos de un equipo de sonido de una forma sencilla y rápida, siendo ejecutados como pequeños cubos que incluso se podían extraer para llevarlos fuera del coche funcionando de manera autónoma.
Con un habitáculo que parecía casi de juguete en no pocos aspectos, el Junior fue un prototipo que ensayó con ofrecer toda la diversión y desenfado posibles en un contexto de ocio
Además, se pensaban ofertar hasta tres tipos diferentes de techo, haciendo del Opel Junior un utilitario totalmente enfocado al ocio, especialmente entendido en forma de salidas ocasionales a zonas naturales cercanas. No obstante, aunque la idea resultase interesante – más aún cuando los elementos mecánicos se tomaban prestados del recién estrenado Corsa – todo quedó en fase de ensayo ya que Opel pensó que no se vendería demasiado. Algo que no era para nada descabellado, puesto que, al fin y al cabo, este vehículo seguramente hubiera despertado tantas simpatías como pocas ventas debido a lo concreto de su oferta.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS