Al igual que la potencia sin control no sirve de nada, las normas de circulación sin control de su cumplimiento tampoco sirven. Una de las estrategias de la DGT desde hace años pasa por endurecer el cumplimiento de las normas que, pese a existir, los conductores se las pasaban por el arco del triunfo. Corrijo, nos las pasábamos por el arco del triunfo.
Porque el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Solemos decir que “ahora no se puede correr”, cuando no viene de ahora, sino de antes de 1980, los límites genéricos de velocidad en autopista se pusieron con motivo de la crisis del petróleo en 1974, y ya se había puesto la primera multa por radar en 1973. Los que en esa época conducían se acordarán también de que un coche del montoncillo era un límite de velocidad sobre ruedas, al menos en relación a los genéricos máximos.
En los últimos 15 años hemos visto un aumento exponencial de los radares en España (aunque llevan más de 45 años funcionando) y una mejora en la eficiencia a la hora de sancionar, cobrar y dificultar los recursos digna de Robert McNamara en la Segunda Guerra Mundial. Ese aumento en la presión y control lleva a que muchos conductores busquen “defenderse”, aunque quizás no es la palabra correcta.
Desde que los teléfonos móviles combinan el geoposicionamiento, una tarifa de datos asumible y suficiente potencia de cálculo, es posible conducir y formar parte de un ecosistema en que unos usuarios avisan de potenciales peligros a los demás, y otros usuarios los reciben. Es la magia de Google Maps, Waze, Social Drive… Hablo de magia porque es relativamente seguro avisar o recibir los avisos.
Es preferible que la gente use esas aplicaciones a que envíe mensajes de texto por redes sociales o SMS, y peor aún, que haya otros que los lean en marcha. El factor distracción es muchísimo más grave así
Con estas aplicaciones podemos saber dónde hay un atasco, un accidente, que hay un vehículo en el arcén… y claro, también que hay un control de policía de cualquier naturaleza. Normalmente nuestra preocupación no será por llevar el coche cargado de fardos de hachís, por portar una navaja antirreglamentaria o por llevar un bate de béisbol en el maletero. Normalmente, la preocupación vendrá en forma de control de velocidad.
Puede darse el caso de que el aviso de “policía más adelante” sea el de un radar camper. Los que habéis sido jugones sabéis que un “camper” es aquel que se esconde en un lugar y cuando pasan otros jugadores les dispara a traición, sin aviso previo, dada su ventaja estratética. Es lícito en el juego, pero cuestionable. Pues lo mismo con ciertos controles. Es legal un control de velocidad sin ningún aviso ni intuición posible, como cualquier otro control policial.
Pocos estaremos en contra de que los agentes de tráfico pongan un control para ir empapelando a los que conducen sin seguro, carné retirado, drogados o bebidos, y puede que empaticemos poco con aquellos que se fumaron un porro el fin de semana y que un jueves dan positivo. La ley penaliza la presencia de sustancias ilegales en el cuerpo, haya o no haya efectos en la conducción (si los hay, además es delito), y hasta el Tribunal Constitucional así lo ha avalado.
Pero seguramente veamos cuestionable que se coloque un radar detrás de un seto o unos arbustos, donde su finalidad no será la reducción de velocidad en ese tramo, sino cazar conductores impíos que serán sancionados más adelante. O ni siquiera eso, hay coches camuflados con radar que dan el flashazo y nadie está más adelante para leernos la cartilla ni hacernos sentir mal. Ya llegará la multa a casa, mientras tanto, la velocidad no tiene por qué reducirse (ni el riesgo de accidente que se pretende evitar).
Los cazadores cobran a sus presas, nunca mejor dicho
Mediante el uso de estas aplicaciones, algún “buen samaritano” que haya visto el control y no haya sido sancionado por circular a la velocidad que debía puede mandar un aviso, también puede mandar el aviso por venganza. Mediante la magia de Internet los que van en la misma ruta lo recibirán, y podrán pasar por delante del control a la velocidad correcta. Esto, paradójicamente, contribuye a la seguridad vial, pero no a la “caja”.
En el marco de una visita de Pere Navarro a Galicia, el director de la DGT dijo que se muestra proclive a que haya reformas legislativas para “dificultar o limitar que se pueda informar donde hay policía en la carretera”. Es un arma de doble filo. Tiene su parte buena y su parte mala.
La parte buena es que se podrá evitar que un malhechor sea advertido de un control policial en el que los agentes puedan crujirle por el motivo que sea: estar en búsqueda y captura, llevar a alguien atado en el maletero, cargar droga, saltarse una orden de alejamiento… El motivo que sea, vamos. Que se luche contra el crimen nos debería parecer bien a todos.
La parte mala es que esta medida afectará más a conductores que, sin estar cometiendo ningún delito que justifique su detención, puedan seguir cayendo en controles de velocidad que, por su ocultación evidente, no tienen como finalidad que levanten el pie del acelerador, sino cazarles. Si la finalidad fuese reducir la velocidad, los coches radar se pondrían muy a la vista.
Pero no es la política de la DGT. Hay países donde los radares y los controles policiales de velocidad están muy bien señalados para que cumplan con el objetivo principal: que se reduzca el trote. En España los controles de velocidad fijos están señalizados, y los probables controles de velocidad por tramos (no en lugares exactos), pero los radares móviles se pueden colocar donde no los vería ni un francotirador.
Esa estrategia tiene como objetivo, además de hacer mejor “caja”, instaurar una sensación de vigilancia permanente, la misma que aplicaba el clero sobre aquellos que se tocaban a escondidas: “Dios te mira estés donde estés”. La sensación de omnipresencia y vigilancia constante también es un arma de doble filo: radares, agentes camuflados, drones… puede generar estrés al conductor, aunque sea de los que procura cumplir con todas las normas de circulación al dedillo.
La DGT quiere ser omnipresente y que el conductor piense que en cualquier lugar y a cualquier hora puede haber alguien o algo que le ponga una multa
Es habitual en este tipo de debates que salga el típico de “si cumples las normas no tienes nada que temer”, aunque solo tenga razón parcialmente, dado que como todo ser humano, hasta el más pío puede cometer un error. Si me permitís otro símil religioso, el sacramento de la confesión se pensó tanto para los pecadores como para los más devotos. Y yo levanto la mano; sí, me han puesto dos multas por exceso de velocidad en 16 años al volante. Perdóneme, Pere, porque he pecado. En vez de padrenuestros son euros, y en vez de avemarías puntos del carné. Y perdonado.
Cuando salió la polémica entre los avisadores y los detectores de radar, pasó lo mismo. Primero se hizo la ley de forma chapucera, estando los avisadores de radar permitidos, los detectores en un limbo legal (se contradecían artículos de la ley), y después se arregló el desaguisado ilegalizándolos por uso, no por tenencia. Primero ocurre el fenómeno, luego la DGT se muestra en su contra, y las leyes acaban cambiándose.
Y si la ley obliga a Google y otras empresas tecnológicas a retirar esa funcionalidad de sus aplicaciones, la de avisar de la presencia de policías o radares, pues acabará saliendo otra cosa. En la “batalla tecnológica” la Administración lleva la delantera y siempre la tendrá, pero en picaresca los españoles somos una potencia deportiva como Rafa Nadal es una potencia en el mundo del tenis. En la era analógica ya se avisaban los conductores unos a otros a través de radio CB, o se daban ráfagas de luces a los que iban en dirección contraria (cosa que acabaron prohibiendo). Se sofistican las formas y se democratizan.
Si el objetivo es reducir la velocidad, los controles deben estar visibles. Si la finalidad es cazar y cobrar, los controles son todo menos visibles, mas no reducen la velocidad
También puede ocurrir que no haya reforma legislativa y que las empresa tecnológicas puedan hacer oídos sordos a la petición. Y es el momento de recordar un hecho curioso, que hubo muy poco intervalo de tiempo entre que el Gobierno de España anunció el impuesto a las grandes tecnológicas y que Google Maps incorporase la funcionalidad de avisar de radares fijos. Sí, fue más que nada una casualidad, pero para los conspiranoicos seguro que hay relación.
Javier Costas
Me gustan los coches desde que tengo uso de razón (o antes). Tras haber conducido más de 400 coches aquí sigo, divulgando y aprendiendo a partes iguales sobre las cuatro ruedas. Vosotros habéis hecho que se convierta en mi pasión.COMENTARIOS