La belleza americana no es exclusiva del séptimo arte. El Chevrolet Corvette C2 la lleva en la sangre y no derrama una sola gota aunque sigan pasando los años. Diría que todo lo contrario. Más pasa el tiempo, más reliquias se vuelven sus unidades. Y si una de ellas es única en el mundo, pues dejamos de hablar de reliquia y certificamos como santo grial. Alguna vez, el fabricante diseñó un Corvette C2 one-off para su mejor vendedor. Ese coche se nos aparece ahora mismo como un mensaje en una botella.
Vaya forma de cerrar la segunda generación. El modelo 1967 le puso punto final a uno de los dos Corvette –el otro es el C3– que detienen el tiempo cuando, sin previo aviso –esa es su gracia–, avanzan a su ritmo en plena ciudad en movimiento, mientras nosotros, circunstanciales peatones apasionados por los deportivos clásicos –con un ojo atento a lo que podría aparecer y otro distraído para darle su merecido lugar a la sorpresa del encuentro–, avistamos. Decía, el modelo 1967…
A aquel Corvette pertenece este FSO, siglas que responden al propósito de su creación. Un Corvette C2 Factory Shop Order para quien más lo merecía. Ningún Testarossa Spider fabricado por Ferrari para el fundador de FIAT, ningún diseño a medida para remotas realezas del sudeste asiático. Honor a quien honor merece, y el recordado Bob Wingate, Mr. Corvette para los amigos y la comunidad del deportivo americano toda, merecía más que nadie que la General Motors le retribuyera por ser el mejor promotor del Corvette desde su amada costa oeste.
El cimbronazo de la aparición de este Chevrolet Corvette one-off con una pantalla de por medio no impacta tanto como si lo cruzáramos en persona y en tiempo real con toda la suerte del mundo. Y si así ocurriese, el tiempo se detendría por partida doble: por el escenario propuesto en líneas anteriores y porque su estado actual exhibe una restauración realizada según las especificaciones originales, entre las cuales brilla su metalizado “Goodwood Green” con franja blanca longitudinal.
Por su color, pero también por características que jamás veríamos en los C2 ordinarios –sí, hay momentos en que es correcto tratar a un Corvette de segunda generación de ordinario–, como los dos pilotos agregados, uno por lado, en la zaga. ¿Por qué no destacar también al motor? Es que, de los casi 23.000 ejemplares que salieron de la línea de montaje en aquel ‘67, solo el 16,4 por ciento lo hicieron con el L71 427 de 441 CV de potencia. El Corvette C2 one-off de Mr. Corvette fue uno de ellos.
Uno de cuatro, porque fue tal la injerencia de Wingate en la prosperidad comercial del Corvette que Chevrolet, luego de este C2 –en estos momentos esperando ser subastado en enero de 2026–, le fabricó por encargo tres más, todos pertenecientes a la tercera generación. El siguiente a este verde metalizado fue un cupé L89 de 1968 y el último un convertible acabado en “Bridgehampton Blue” de 1970. Un ojo alerta por si este último aparece, el otro sujeto a la sorpresa que jamás debemos desestimar.


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Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS