El XPENG P7 de nueva generación ya está aquí, o al menos ya se ha dejado ver en sus primeras imágenes oficiales, y lo primero que hay que decir, por mucho que duela a algunos, es que no parece un coche chino. Nada de proporciones raras, cromados innecesarios ni parrillas decorativas al estilo transformer del todo a cien. Aquí hay buen gusto, proporción atlética y una presencia que no desentona ni en un aparcamiento lleno de Porsche Taycan. Se nota que hay un Rafik Ferrag al volante del diseño. Literalmente.
Rafik, que ya firmó el P7 original, ha liderado el diseño de este nuevo modelo con una filosofía clara: diseñar un sedán deportivo puramente eléctrico que sorprenda desde todos los ángulos. Y oye, a juzgar por lo que han mostrado, lo han conseguido. El coche tiene pinta de llevar el modo ataque activado incluso parado. Líneas tensas, perfil bajo, trasera recogida y una mirada LED que no sabes si va a conducirte o escanearte el alma.
XPENG ya se llevó el premio a Coche del Año en China con el P7 original, pero esta segunda generación apunta más alto. Quiere dejar de ser la alternativa para pasar a ser la referencia, y para ello, ha decidido no parecer lo que es: un producto chino. Al menos, en la estética. Porque por dentro, esto lleva IA de la buena.
Eso es clave: el P7 ya no compite con los BYD o NIO, sino que empieza a mirar de reojo a Tesla, BMW o incluso al mismísimo Porsche, y no lo hace con complejo de inferioridad, sino con un diseño que podría haberse firmado en Múnich o Cupertino. Ferrag lo define como una obra de arte moldeada con emoción y propósito. Igual se ha venido un poco arriba, pero a estas alturas no vamos a pedirle humildad a un diseñador de coches.

IA, lujo y otras palabrotas
La parte técnica de la nota de prensa está repleta de esas palabras que hacen salivar a los inversores y bostezar a los gasolineros: IA, cockpit inmersivo, arquitectura E/E, XPENG Turing Smart Driving… Traducción: este coche quiere que no toques nada. Que te subas, digas a dónde vas y que se encargue él, y si puede, que te lea la mente por el camino.
En el fondo, lo que proponen no es muy distinto a lo que ya hacen Mercedes o Tesla, pero el envoltorio es más rompedor. Todo está diseñado para parecer el futuro hecho presente. Los de XPENG saben que para destacar en un mercado saturado de pantallas, logos iluminados y ayudas a la conducción, hay que vender una experiencia, de lujo o deportiva, pero no un coche sin más.
Pero cuidado, porque entre tanta nube de IA hay algo tangible: el nuevo P7 lleva 5 años de desarrollo a sus espaldas. No es un render apresurado ni un concept car de esos que solo existen en presentaciones cutres. Es un coche que está casi listo para salir a la calle, que ya es más de lo que pueden decir algunos europeos que viven de rentas y presentaciones eternas.
Ahora bien, el riesgo está en que todo este despliegue de tecnología acabe siendo más aparente que real. Ya hemos visto coches que prometen el cielo y luego no reconocen un ceda el paso (Tesla, que se come los muros). Así que XPENG lo tiene claro: o cumplen lo que venden o les caerá el sambenito de “promesa china” que nunca se concreta. Pero si cumple, ojo.

No es un Tesla-killer, es otra cosa
Que no te engañe su silueta de berlina afilada y su nombre de videojuego retro. El P7 no es otro Tesla-killer, ese título está ya tan sobado que no sirve ni de clickbait. El XPENG va por otro camino. No quiere ser una copia mejorada del Model 3. Quiere ser un coche con personalidad propia, algo que es raro en el segmento eléctrico.
De hecho, XPENG ya ha dicho que esto es “la respuesta a la era de la IA en su forma y función”. Vale, suena a las charlas TED que daban en mi pueblo, pero tras la palabrería hay una idea clara: el coche como interfaz, como máquina de vivir, no solo de conducir. Eso puede sonar fatal para cualquiera a quien le gusten los coches, pero si lo ejecutas bien, hay mercado.
La clave está en que no intenta replicar el carisma de Elon Musk, sino ofrecer una alternativa con acento europeo y cerebro siliconado. El diseño, la experiencia de usuario, incluso la comunicación están a medio camino entre Peugeot y Apple. Si lo que te molesta de Tesla es su rollo de “startup con esteroides”, el XPENG te va a caer mejor.
Eso sí, falta ver cómo se comporta en carretera. Porque mucho diseño y mucha IA, pero los coches se ganan el respeto en curvas, no en renders. Ahí es donde XPENG tendrá que demostrar si está a la altura de lo que promete. Porque si no hay alma bajo ese capó (hablando figuradamente, que este es un frunk), todo será un decorado bonito con pantalla táctil.

Europa en el punto de mira
XPENG no se esconde. Quiere Europa. Ya está presente en más de 30 países, y su objetivo es claro: ser una marca global. No una “marca china que también vende fuera”, sino una referencia de movilidad inteligente. Eso implica tener un coche que pueda mirar de tú a tú a los alemanes, los coreanos y los yankees.
El P7 es la carta de presentación ideal para la firma. Un coche que entra por los ojos, promete por dentro y está listo para rodar. Además, no es caro de producir (China rules), ni excesivamente radical como para espantar al cliente medio. Lo justo de exótico, lo justo de tecnológico y lo justo de agresivo. Una receta que, si se cocina bien, puede funcionar en Europa.
Eso sí, para triunfar aquí necesitará una red de ventas seria y un servicio postventa decente. No vale con colgar anuncios chulos en Instagram o poner un stand futurista en el Salón del Automóvil de Ginebra. La gente quiere saber quién le va a arreglar el coche si se estropea, dónde está el concesionario más cercano y cuánto le va a durar la batería en invierno. No les interesa la mala fama que se pusieron otras por meter la pata con la posventa.
Ahí está la batalla de verdad. Porque si XPENG quiere ponerlo todo patas arriba, tendrá que bajar al barro, y eso significa competir no solo en diseño o tecnología, sino en confianza. En saber que te puedes comprar uno sin sentir que te estás tirando a la piscina sin agua. Si lo logran, más de uno en Wolfsburgo y Palo Alto va a empezar a sudar.
Jose Manuel Miana
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