Mazda siempre ha jugado en una liga extraña, como ese tipo en la fiesta que no baila, no bebe, pero a las dos de la mañana está ligando con la más guapa. Mientras el resto de marcas japonesas se arrojaban con entusiasmo al mainstream, Mazda insistía en su receta de motores atmosféricos, distribución de peso perfecta, y una cierta obsesión enfermiza con que todo “tuviera alma”. El Mazda 6 fue durante muchos años la berlina del conductor racional: cómodo, bonito, fiable, con un tacto de conducción que estaba dos escalones por encima de lo que su precio sugería. Sin embargo, desapareció sin hacer ruido, arrasado por la marea SUV y por la creencia de que en el tablero global de la automoción, las berlinas generalistas no valen ya ni su peso en chapa.
Ahora va Mazda y resucita el 6 de golpe, pero no como un facelift más ni como un canto nostálgico a los tiempos mejores. No. Lo hace a lo bestia: con un nuevo diseño, con una plataforma 100% eléctrica y con la promesa de que el tacto de conducción seguirá siendo lo que lo diferencie. Se llama “Mazda 6e”, pero… ¿No ha llegado esto demasiado tarde? ¿Tiene sentido una berlina eléctrica japonesa cuando Tesla lleva años de ventaja, los chinos te tiran los precios al subsuelo y Europa está a punto de tirar la toalla?
No hay en este coche ni una gota de gasolina, ni un guiño nostálgico a los motores Skyactiv, ni tan siquiera una silueta que recuerde al 6 de antes. Este Mazda nace eléctrico, en un mundo de eléctricos, y en parte nace también de la necesidad. Porque Mazda, como casi todas las marcas japonesas, ha llegado al coche eléctrico empujada por la realidad, no por convicción. ¿Será Mazda la primera en demostrar que un coche sin pistones también puede tener alma?
Eso, más que la autonomía, el precio o los acabados, es lo que se juega Mazda, porque competir contra BYD o Tesla en números es ridículo, pero competir en sensaciones, en diseño, en “carácter”, es terreno virgen, y si alguien puede hacerlo, es esta marca que lleva años haciendo coches que no deberían tener sentido y, sin embargo, lo tienen. Si el nuevo Mazda 6 eléctrico engancha al volante, ya habrá ganado media batalla.

Nace en China, pero no quiere parecerlo
Uno de los puntos más controvertidos del nuevo Mazda 6e es su origen, y no es para menos, porque está desarrollado junto a Changan, un gigante chino con el que Mazda ya lleva tiempo colaborando. Es más: el coche se producirá en China, se pensó originalmente para China (allí se llama Mazda EZ-6), y llegará a Europa en 2026 (se le está poniendo cara de dropshipping a la nipona). ¿Problema? Pues depende de a quién preguntes, pero para los más escépticos, es la prueba definitiva de que Mazda ya no tiene ni el músculo ni la fe para desarrollar sola una plataforma eléctrica competitiva. Para otros, es simplemente lo que hay: si quieres un eléctrico barato, rápido y bien hecho, no te queda otra que mirar al este.
El diseño, eso sí, sigue teniendo ese aire de coche japonés que se toma en serio. Curvas limpias, silueta de berlina afilada, luces traseras estilizadas y una parrilla que recuerda vagamente al Kodo original. Aun así, es más largo que el Mazda 6 anterior, y no tiene miedo de parecer premium. Por dentro, el cambio es aún más radical: hay doble pantalla flotante, acabados minimalistas, asientos ventilados y una puesta en escena que, aunque no desborda originalidad, sí transmite una idea clara de orden y calidad.
Ahora bien, todo esto (el diseño afinado, la calidad percibida, los acabados que no suenan a plástico reciclado de cubo de fregona) ya lo hacen los chinos 100%, y encima lo hacen por menos dinero. Así que… ¿dónde queda entonces la aportación de Mazda? Según ellos, en lo que siempre han hecho mejor: en cómo se conduce. No se trata solo de apretar un botón y moverse, sino de sentir algo al hacerlo, y esta berlina se ofrece en dos versiones: una 100% eléctrica con casi 500 km de autonomía y otra híbrida enchufable, sin embargo, a Europa solamente nos llegará la eléctrica, aunque eso es casi lo de menos. Lo que importa, dicen, es el tacto de la dirección, la firmeza justa de la suspensión, la respuesta del acelerador. La sensación de que llevas algo pensado para el conductor y no solo para quien quiere desplazarse del punto A al B sin derramar el café.
Aquí es donde Mazda pretende plantar cara. Si su berlina china-japonesa consigue que un verdadero fan cierre la puerta y diga “ostras, esto se mueve como un coche de verdad”, entonces la jugada cobrará sentido. De tecnología van todos servidos hasta el aburrimiento. Lo difícil hoy es emocionar al conductor.

El mercado ya no quiere berlinas… ¿o sí?
Uno de los grandes obstáculos a los que se enfrenta el nuevo Mazda no tiene que ver con la propulsión ni con el precio, sino con la forma. Porque lanzar una berlina en 2025 con todos estos SUV en el mercado es un acto de rebeldía. De las cinco carrocerías más vendidas en Europa, cuatro son SUV, y el resto son crossovers. Las berlinas han pasado a mejor vida, salvo en segmentos muy concretos y con emblemas premium pegados al capó.
Mazda parece no haberse enterado, o quizá se ha enterado demasiado. Porque su nueva berlina no es una berlina al uso: tiene una altura al suelo ligeramente superior, una línea de cintura elevada y una trasera que, sin llegar al portón, casi lo sugiere. Es decir: es un coche que se disfraza de algo más alto para no asustar a quienes ya no se atreven a agacharse para entrar. ¿Cobardía? ¿Astucia? Quizá ambas cosas. Pero lo cierto es que el 6e tiene planta. Es distinto. Toda una virtud ahora que los coches se parecen tanto entre ellos como las modelos de Instagram.
También ayuda que el coche esté pensado, al menos por ahora, para China. Allí, las berlinas siguen teniendo prestigio. No es lo mismo presentarte a una reunión en un SUV que en una berlina con aspecto serio, y si el coche gusta allí, Mazda tendrá margen para adaptarlo al gusto europeo sin tener que reinventar la rueda. El problema, claro, será convencer a un cliente que lleva diez años escuchando que todo lo que no sea un SUV es una reliquia.
Mazda lo intentará apelando a los sentidos, a que el coche no sólo sea bonito, sino también gratificante, a que tenga detalles de esos que no se pueden medir con cifras, pero que te hacen sonreír al conducir. No es una apuesta fácil, pero en un mercado saturado de clones eléctricos, puede ser justo lo que algunos estábamos esperando.

Demasiado tarde para ser pionero, ¿pero justo a tiempo para ser distinto?
Mazda ha llegado tarde a la fiesta de los eléctricos, eso es como decir que el agua moja, porque mientras otros ya están cerrando el segundo ciclo de modelos, los japoneses todavía están en fase de tanteo. Pero llegar tarde no siempre es un problema si sabes leer el ambiente, y ahora mismo, con el mercado europeo en plena resaca eléctrica, con los precios disparados, las autonomías estancadas y los incentivos desapareciendo, lo que hace falta no es otro coche más con 700 km de autonomía teórica. Hace falta algo con alma.
El Mazda 6e no va a revolucionar nada, y probablemente no se venda en masa, pero puede marcar un antes y un después para Mazda, una marca que, como buena japonesa, siempre ha dado lo mejor cuando nadie la miraba. Es el tipo de coche que, si lo hace bien, puede ganarse una legión de fieles sin necesidad de presumir. Como un restaurante escondido en un callejón que no necesita cartel luminoso porque sus clientes ya saben que allí se come de verdad. Todos conocemos uno, y siempre lo recomendamos.
El gran reto será mantener esa esencia en un mundo donde todo tiende a parecerse. Mazda quiere seguir siendo Mazda, incluso cuando el motor rotativo ya no esté, incluso cuando los cambios manuales desaparezcan, incluso cuando el futuro tenga forma de SUV con batería. Si consigue trasladar esa sensación a un coche eléctrico, puede que no gane la guerra, pero sí unas cuantas batallas importantes.
Quizá eso sea lo que mejor define a esta nueva etapa del Mazda 6: no aspira a ser el más vendido, ni el más barato, ni el más potente. Aspira a ser el que te recuerde por qué te gustaban los coches antes de que se convirtieran en electrodomésticos con ruedas. Si lo logra, habrá llegado justo a tiempo.
Jose Manuel Miana
Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.COMENTARIOS