He aquí un nuevo caso de coches internacionales, y no porque se vendan o se hayan comercializado en su tiempo a nivel global, sino por la heterogénea composición del proyecto. Por otro lado, este es una suerte de caso opuesto a los clásicos de antología, los que se ganan el lugar que la historia reserva a los íconos. Algo así como un sedán de Hyundai sin pasado ni presente, porque ayer no sobresalió por los volúmenes de ventas y hoy, sin la suerte de los que con el tiempo se convierten en clásicos codiciados o son absorbidos por la cultura popular de la restauración, influye en el mercado de ocasión casi como un fantasma. Ahí reside parte de su atractivo.
Una concepción internacional. El diseño, italiano, se alimentó del lenguaje visual que Giorgetto Giugiaro interpretó en los ochenta. Hay quienes ven algo del DMC DeLorean en el Hyundai Stellar y tiene su lógica. Lanzado en 1983, esta berlina de aspiraciones ejecutivas llegó después del futurista deportivo y antes de modelos más terrenales como el Fiat Croma, todas creaciones del padre de Italdesign. Las carrocerías angulares dominaron la escena automotriz de la década. ¿Japonés? Sí, también japonés.
El corazón no miente y, en el Stellar, habitó el 4G33 1.4 de Mitsubishi, un cuatro cilindros básico, con menos de 70 caballos de potencia, que revelaba el propósito de su producción. Al compartirlo con el Pony, el compacto contemporáneo, se indicaba así mismo su destino de modelo económico. En lo siguiente, el acto restante de esta cumbre de naciones unidas: Ford. El Stellar limitó su importación al mercado canadiense y nunca fue opción en los Estados Unidos. La base fue americana, aunque, al recurrir al chasis, la suspensión delantera y los muelles helicoidales traseros del Cortina, buscaba absorber algo del éxito que este cuatro puertas había experimentado en los clientes británicos.

Fue un coche sin pasado porque fue un coche sin recepción. A pesar del accesible precio –según la revista Car Buzz, un modelo 1986 se vendía a 5.499 dólares canadienses, menos de 3.500 euros al tipo de cambio actual–, el Hyundai Stellar, en su misión de ofrecer una tentadora relación entre precio y calidad, no generó en la demanda el efecto buscado. Los clientes no atendieron al llamado de un coche fabricado para ser barato y lucir una máscara de alta gama, y entonces no convenció a grandes escalas. Fue un falso ejecutivo, el ejecutivo que no fue. Ofrecía buen equipamiento, pero jamás fue un sedán de lujo.
Menos cuando, con su identidad de coche asequible grabada a fuego, intentó dar un paso más al lanzar el Sonata, la versión superior, también comercializada en Canadá, pero apuntada en su mayoría al mercado coreano. Agregando de serie asientos con ajustes eléctricos, control de crucero, asistencia para los frenos y otras funciones que el Stellar estándar no tenía, aun así seguía siendo un Stellar a los ojos del cliente y ante la competencia compuesta por ejecutivos más honestos y reales.
El Stellar es también un sedán de Hyundai sin presente, porque jamás conoció la economía circular, el movimiento constante al que se entregan en la actualidad los clásicos que en su tiempo gozaron o no de un buen pasar. Las unidades escasean y, de momento, no le ha llegado esa segunda vida, la consideración popular por adquirir algo viejo. El día que se vuelva una cosa exótica y buscada por coleccionistas, restauradores o talleres de restomods de todo el mundo, pues, la guerra misma. Tal vez, en algún futuro…
Mauro Blanco
Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.COMENTARIOS