Eres un coche y has salido de fábrica como un ícono de la automotriz americana, pero todavía no te has consagrado como restomod. El diploma lo recibes cuando te gradúas en Ringbrothers, donde a un Cadillac de 1948 se lo actualiza con interior, motor, suspensión, frenos y escape del ATS 2016 de la Serie V; donde un Dodge Charger de 1969 moderniza su deportivo habitáculo incluyendo volante y cuadro de instrumentos en fibra de carbono, pero sin disimular los componentes de esta era que se aplican en su exterior, a diferencia aquel Cadillac Madam V, que se preocupa por mantener en secreto su condición real, que se revela una vez abriendo las puertas.
Ringbrothers, en cuyas instalaciones en Wisconsin una variedad de Camaros y de pony cars del Mustang 1965 obtienen una segunda vida, y en donde todos los coches, al recibir esa segunda oportunidad, son rebautizados con ocurrentes nombres que parten de los hermanos Ring y equipo, sin excepción. Una regla de la casa a la que tampoco le escapa esta oda a la cultura del motor de los Estados Unidos.
Las pick-up se divertían quemando neumáticos en el caliente asfalto del Horsepower Rodeo, puertas afuera del Centro de Convenciones. Mientras tanto, bajo techo, la última entrega de Ringbrothers renegaba. “Suena como ningún V6 que haya escuchado en mi vida, es un coche que suena duro”. La apreciación de Jim Ring pretendía ratificarse cuando el cascarrabias INVADR, un restomod construido sobre un Buick Grand National 1987, gruñía como con desprecio en el SEMA Show, la cita de Las Vegas a la que un taller de personalización del nivel de estos hermanos entusiastas tenía terminantemente prohibido ausentarse.
El rendimiento clandestino de este Buick Grand National 1987 restomod
En el INVADR, ese sonido es toda una alegoría. Hay algo que el V6 turbo 3.8 que posee actualmente no nos está diciendo. Un poder oculto, tal como ocurría en la época de su producción en serie, cuando se sospechaba de los 280 CV que firmaba oficialmente el Grand National Experimental –una tanda limitada a 547 unidades, mejor conocidas por las siglas GNX, aquella versión desarrollada en conjunto con McLaren– y se asumía en sus días de prueba que, en realidad, su 3.8 iba camino a los 300 caballos. Pero aquí no hay lugar para las especulaciones. Acerca del rendimiento clandestino del V6 cortesía de Duttweiler Performance –especialistas en puesta a punto de motores de altísimas potencias–, todo es certeza.
Una potencia que acaricia los 1.300 CV sigue siendo una salvajada para cualquier hipercoche promedio de hoy en día. En la ficha técnica del Buick de Ringbrothers, sus 1.263 CV se leen como la máxima, pues esa es su configuración actual. ¿Y si te cuento que se concluyó esta configuración rebajando su poder real con el objetivo de hacer del INVADR un coupé manejable? En este Biuck, ese rendimiento al que denomino clandestino se traduce en unos exactos 2.000 CV cuando la presión que los turbocompresores ejercen sobre la culata de aluminio para la entrada de aire del V6 no es de 32 –la cifra oficial–, sino de 50 libras.
Con la potencia máxima limitada, me es imposible plantearme el siguiente interrogante: ¿Soportarían los 2.000 caballos las llantas de 20 pulgadas del eje trasero –que es el que tracciona a través de una caja manual de seis velocidades– y los frenos de discos cerámicos y Brembo de seis pistones? Uno quiere creer que sí, aunque todo se reduce a si los hermanos Ring han puesto o no todo este conjunto a prueba. El ancho de sus neumáticos parece alertarnos y decirnos algo así como “adhiéranse a la carretera a como dé lugar, nosotros haremos todo lo que esté a nuestro alcance”.
Mauro Blanco
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