Hay que reconocerlo. Jaguar nos lo deja muy sencillo. Las risas no han nacido de la noche a la mañana, sino que las veníamos esperando, pues la noticia, un camino sin retorno confirmado, ya estaba sobre la mesa. Esas risas que ahora han explotado eran en realidad toda una bomba de tiempo, era cuestión de esperar para que el grueso de la comunidad saliera a burlarse del fabricante británico y su nueva idiosincrasia.
Razones no faltan. Todo queda en la memoria, para bien y para mal. La historia no se borra y lo que nos ha dejado la firma en materia de automovilismo y gamas deportivas será de aquí en adelante nostalgia pura, pero al mismo tiempo habrá amargura en el recuerdo, ya que esta refundación que asoma, un radical giro fundado en la inminente nueva flota de coches eléctricos y en concesionarias boutique de lujo, puede que nos haga extrañar su pasado.
Esto es porque a tal refundación le corresponde un cambio de imagen, un cambio de marca, que es en definitiva la razón concreta que por estas horas está haciendo de Jaguar el hazmerreír del momento y el objeto de contundentes críticas de especializados en la materia, en la materia del diseño, del gusto, del buen gusto. Según ha recogido la británica This is money, un diseñador, del cual se preserva identidad, catalogó la nueva estrategia del fabricante como “uno de los movimientos de marketing más destructivos jamás intentados”.
Siempre en relación con lo informado por el portal financiero, más creativo ha sido lo de Joseph Alessio, director de arte y diseñador californiano radicado en Oakland, al deslizar irónicamente que el caso Jaguar serviría para “enseñar en las escuelas cómo no hacer un cambio de marca”. Insisto, Jaguar nos lo ha dejado muy sencillo. Adiós al felino del logotipo tal como lo conocemos desde toda la vida. Adiós a la sólida y tradicional tipografía JAGUAR. En su lugar, un minimalismo que deja bastante que desear.
Apostar por un minimalismo puede impactar positivamente dependiendo de cómo se ejecuta y de si es correspondido. Jaguar no calificaba para ninguno de los dos ítems. Nuevas insignias que suavizan por doquier, un refinamiento estético que distorsiona y no precisamente para bien. Entonces, las críticas se vuelven inevitables y a los responsables de la compañía no les alcanzan los caracteres para contrarrestarlas, mucho menos cuando se revela por fin el controvertido Type 00.
¿Con qué autoridad moral, Musk?
Ahora bien, si yo fuera manejara Jaguar, atendería a una burla en particular. En primer lugar, ¿cómo dejar pasar la oportunidad de responder a una rivalidad con Tesla, que más allá de lo revolucionario que ha sido desde su fundación, no es digna de compararse con una histórica como la británica? A decir verdad, la guerra parece haberse activado.
Cuando el 19 de noviembre Jaguar adelantó en su cuenta de X su recomenzar, el magnate no tardó en querer quedar bien parado ante la situación ajena de su futura competencia europea, dada la mencionada conversión de Jaguar a partir del 2025 en fabricante de EVs. “¿Vendes coches?” preguntó Elon Musk, a lo que la cuenta de Jaguar, en referencia al Miami Art Week, contestó: “Sí, nos encantaría mostrártelo. Únete a nosotros para tomar una taza de té en Miami este 2 de diciembre”.
¡Qué moral, Elon! Al dueño de Tesla defínanlo como gusten, como un visionario, como un estratega en tiempos 3.0, como quieran, pero jamás como un portador del buen gusto. A tremenda flota insulsa ya nos ha acostumbrado Musk, que así como no pierde el tiempo en reírse de sus rivales, tampoco pierde tiempo en superarse cada vez que le toca lanzar un nuevo y desalmado modelo. Para estar a la altura de Jaguar, debes reiniciar tu imperio más de una vez y, por favor, evita en ese caso crear esa basura llamada Cybertruck.
Mauro Blanco
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