De la manivela al arranque eléctrico

De la manivela al arranque eléctrico

100 años de avances


Tiempo de lectura: 6 min.

Arrancar un coche antes de 1912 era una lotería donde te jugabas los huesos cada vez que querías salir de casa. Nada de girar una llave y marcharse: tocaba plantarse delante del morro del coche con una manivela en la mano, rogando que no te enviara al otro barrio de un viaje. Byron Carter, fundador de Cartercar y amigo del jefazo de Cadillac, murió precisamente así: ayudando a una señora con el coche averiado, la manivela le pegó tal golpe en la mandíbula que le provocó una gangrena mortal. Y no era el único caso: los médicos ya conocían bien las fracturas de muñeca y dislocaciones de hombro que llegaban cada fin de semana.

El ritual tenía su técnica, pero ninguna garantía. Primero había que ajustar la mezcla, regular el avance del encendido, colocar el cuerpo en posición defensiva y girar con decisión, pero siempre preparado para soltar y saltar hacia atrás si la cosa se ponía fea. Los motores fríos eran especialmente vengativos: necesitaban múltiples intentos y en invierno se convertían en una auténtica penitencia.

Las mujeres directamente no podían planteárselo, los señores mayores necesitaban un mozo que les hiciera el favor, y el automóvil seguía siendo cosa de tipos con músculo y paciencia. Pero es que encima la manivela tenía vida propia: desaparecía cuando más falta hacía, se partía al salir de viaje, y los ingleses todavía conservan la expresión “to have a bad crank day” para referirse a cuando todo sale mal.

La industria lo tenía claro tras casos como el de Carter: había que encontrar una alternativa o el coche seguiría siendo un deporte de riesgo. El concepto de arranque eléctrico ya rondaba por los laboratorios, pero nadie conseguía que funcionara de verdad en condiciones reales.

Cadillac Touring de 1912

Cadillac Touring de 1912, equipado con el sistema DELCO. La foto es de RM Sotheby’s

La revolución eléctrica

Los primeros intentos databan de 1896, cuando H. J. Dowsing experimentó con un Benz Velo, pero aquello era más ciencia ficción que solución práctica. En 1903, Clyde J. Coleman patentó un sistema en Estados Unidos que funcionaba, pero era tan aparatoso que ocupaba medio capó y pesaba como un yunque. Los primeros prototipos eran monstruos mecánicos que creaban más problemas de los que resolvían.

Charles Kettering fue quien dio en el clavo trabajando para DELCO. Su genialidad no residía solo en crear un motor de arranque, sino en diseñar un sistema eléctrico completo que hacía tres cosas a la vez: arrancar el motor, encenderlo e iluminar el vehículo. Venía de trabajar con motores de cajas registradoras en National Cash Register, y esa experiencia le sirvió para adaptar la tecnología a un entorno mucho más exigente.

Su invento se patentó en 1911 y al año siguiente Cadillac pidió a DELCO 12.000 sistemas completos de arranque y alumbrado, una cifra astronómica para la época que demostraba la confianza en el invento. Kettering había conseguido algo que parecía imposible: un sistema compacto, fiable, con desconexión automática y que no convertía el coche en una chatarra ambulante.

Cuando presentaron el Cadillac Model 30 en Detroit como “el coche sin manivela”, los ingenieros sabían que funcionaba técnicamente. Lo que no podían imaginar era el terremoto social que se avecinaba: cualquier persona podía arrancar un coche sin jugarse el físico ni necesitar un manual de supervivencia urbana.

Encendido eléctrico

La democratización del automóvil

El arranque eléctrico eliminó de un plumazo la barrera más grande que tenía el automóvil: dejar de ser un artefacto intimidante para convertirse en una herramienta accesible. Las señoras empezaron a conducir solas, los chavales pudieron alejarse más de casa, y las familias podían salir de excursión sin que el cabeza de familia tuviera que demostrar su destreza contra una manivela rebelde.

El cambio fue rapidísimo y contundente. En apenas dos años, prácticamente todos los coches nuevos llevaban arranque eléctrico de serie. Las marcas como Dodge y Opel se sumaron inmediatamente, aunque Henry Ford, siempre tan suyo, se resistió hasta 1919. Para entonces ya era como negarse a poner ruedas en los coches.

Los números no mienten: las ventas se dispararon durante los años veinte, el uso cotidiano del automóvil se multiplicó exponencialmente, y lo que había sido un capricho de ricos se convirtió en algo tan común como tener bicicleta. Curiosamente, esta democratización coincidió con el auge del movimiento sufragista, y las mujeres empezaron a moverse con una libertad que sus madres no habían conocido.

Kettering había derribado una barrera psicológica gigantesca sin hacer ruido, sin grandes campañas publicitarias, simplemente porque su invento funcionaba mejor y era más seguro. El hombre siguió innovando en General Motors durante décadas, pero ya había hecho historia con aquel botón salvador de 1912.

Encendido por botón

Del botón al futuro

La evolución continuó sin pausa. La posguerra trajo el encendido con llave, que además de comodidad añadía seguridad: ya no podía llevarse tu coche cualquiera con solo pulsar un botón. Los años sesenta perfeccionaron la tecnología con embragues de rueda libre y conexiones más duraderas, eliminando incluso ese característico “rrrrr” que sonaba como una máquina de coser enfadada.

Paralelamente, en 1914 se instalaba en Cleveland el primer semáforo eléctrico del mundo, señal de que el tráfico urbano empezaba a necesitar regulación. La coincidencia no era casual: el arranque eléctrico había multiplicado el número de conductores y los coches empezaban a colapsar las ciudades.

El Citroën 2CV mantuvo la manivela hasta 1990 como plan de emergencia, y algunos coches del Este europeo también la conservaron por pura precaución, pero para entonces ya era arqueología automovilística. El 2CV representaba esa transición perfecta: un coche sencillo, fiable y barato que había nacido con arranque eléctrico pero guardaba la manivela “por si acaso”.

Hoy tenemos arranque por botón sin llave, sistemas de arranque remoto, tecnología start-stop que para y arranca el motor automáticamente, híbridos que combinan electricidad y combustión con una precisión quirúrgica… Ya llegan sistemas de arranque biométrico y por proximidad. Una evolución fascinante: del combate diario con la mecánica al gesto inconsciente de tocar un botón. Cada vez que arrancas tu coche, usas la herencia directa de aquel ingenio de Kettering que cambió la historia del automóvil para siempre.

 

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Jose Manuel Miana

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