El Škoda Felicia 136i GLX, era una de las opciones más económicas que había en el mercado a mediados de los 90. Claro está, un precio bajo conlleva un equipamiento honesto pero no innovador, unas prestaciones suficientes pero no elevadas y una calidad general muy superior a lo acostumbrado en la marca, pero ligeramente por detrás de sus principales rivales.
Allá por 1991, Volkswagen hacía oficial la compra de Škoda y prometía un futuro prometedor para la marca. Obviamente, nadie podría haber vaticinado el enorme éxito que tendría la Škoda “by Volkswagen”, pero claro, los primeros pasos de la firma checa bajo el amparo alemán fueron muy contenidos; la evolución llegó poco a poco.
El primer coche fabricado bajo la era Volkswagen fue el Škoda Felicia, un modelo que reemplazaba al Škoda Favorit y que sin variar la política de precios conocida de la marca, añadía algo más de valor, como notables mejoras en calidad y diseño, mejoras igualmente en comportamiento y, por supuesto, todo lo que significaba tener detrás para apoyar a uno de los fabricantes más grandes de Europa.
Había muchas cosas que no se alejaban en exceso del mencionado Favorit, al que recordaba claramente el diseño general del coche y su planteamiento económico. Todo era más coherente, más germano. Por ejemplo, el salpicadero tenía un aspecto espectacularmente ordenado, con un diseño agradable, pero sin imaginación, así como una calidad general que nunca se había podido ver en Škoda. El planteamiento, como ya hemos dicho, es bastante sencillo, aunque no por ello menos funcional.
El Felicia era el primer Škoda bajo el amparo de Volkswagen y se notaba en determinados apartados, como el aspecto y la sensación general del salpicadero
El Škoda Felicia 136i GLX, es una de las opciones de acceso a la gama, un coche que tenía un precio de 1.210.000 pesetas, unos 7.285 euros de 1995, 14.727 euros si añadimos la subida del IPC. Incluso hoy día sería un coche muy barato y, muy posiblemente, sería un éxito de ventas.
Las prestaciones era bastante comedidas, aunque podía presumir de ser un motor 100% Škoda. Hablamos de un cuatro cilindros de 1.289 centímetros cúbicos, que anunciaba 68 CV a 5.000 revoluciones y 10,2 mkg a 3.750 revoluciones. Cifras limitadas en un coche que buscaba ser económico, así que nada fuera de lo normal, como también ocurre con las prestaciones. El 0 a 400 metros lo hacía en 19.39 segundos, mientras que el 0 a 1.000 metros, también con salida parada, era de 36,36 segundos.
El planteamiento del Škoda Felicia 136i GLX era, precisamente, convertirse en un coche con un amplio rango de uso, que fuera sencillo de conducir y económico de usar. Aunque Volkswagen quiso darle una nueva vida a Škoda, no significaba que estuvieran obligados a limitar la calidad general del coche.
Todo en el coche estaba pensado para ser sencillo. La puesta a punto, por ejemplo, favorecía el subviraje, pero podía mantener un buen ritmo en carretera abierta. No en balde, el eje delantero procedía del SEAT Cordoba y el eje trasero del Volkswagen Golf. Solo se podía criticar que el tarado de las suspensiones eran tirando a blando y no ayudaba a mejorar las prestaciones del coche.
El equipamiento, como se ha dicho antes, no es excelso precisamente. Por ejemplo, la dirección no tenía asistencia, los elevalunas –todos– eran opcionales y no podía montar ABS, ni aire acondicionado, tampoco antinieblas delanteros, el cierre centralizado con mando a distancia tampoco estaba disponible…
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS