Coche del día: Mitsubishi Carisma Evolution VI RS2

Coche del día: Mitsubishi Carisma Evolution VI RS2

Fue la segunda entrega que llegó a España y dejó a la prensa de la época sin palabras


Tiempo de lectura: 3 min.

El Mitsubishi Carisma Evolution VI se presentó en 1999 tras haber ganado su tercero mundial de rallies. No obstante, en realidad se presentó como Mitsubishi Lancer Evolution VI, pero en Europa no se vendía el Lancer y la firma japonesa lo “hermanó” en el Viejo Contiente con la gama Carisma.

La gama Lancer EVO llegó a Europa a partir de la quinta generación, un coche que para muchos es uno de los más radicales y más espectaculares de la saga. Así, el Carisma Evolution VI era la segunda entrega del espectacular sedán japonés con alma de deportivo y la expectación era máxima.

Esa expectación se mezcló con pequeños temores tras conocer las novedades que introducía el EVO VI, pues la firma japonesa prometía una mejor insonorización y un motor un poco menos brusco. Vamos, que se podría pensar que el radical modelo nipón se había suavizado y domesticado, porque, para colmo, también perdía algo de agresividad estética.

Las cuestiones estéticas eran insalvables, pues no debemos olvidar que el Mitsubishi EVO es un “coche de homologación”, un modelo creado para poder correr en el mundial de rallies y por ello, los cambios del Lancer Evolution VI estaban sujetos al reglamento. Por ejemplo, el paragolpes delantero era un poco más pequeño y también se volvía asimétrico, con una entrada de aire bajo el faro derecho, y la matrícula bajo el faro izquierdo, al tiempo que ganaba formas más redondeadas.

Mitsubishi Carisma Evolution VI RS2

También era más pequeño el alerón trasero, aunque mantenía la posibilidad de regulación y garantizaba la misma generación de apoyo que el anterior, pero con dos elementos en lugar de uno.

Técnicamente, por otro lado, había muchos más cambios de los que podría parecer. Se montaron pistones más ligeros, con canales de refrigeración, se añadió pulverización de aceite a los pistones más potente, paso de aceite con mayor caudal, turbocompresor con turbina de titanio con un diámetro de admisión más grande –pasó de 56 a 64 milímetros–, un intercooler más grande, nuevos palieres, brazos inferiores de suspensión delanteros rediseñados, manguetas forjadas, brazos de la suspensión trasera de aluminio…

Eran 1.997 centímetros cúbicos repartidos entre cuatro cilindros cuyos pistones, curiosamente, tenían carrera larga –85 por 88 milímetros, para diámetro y carrera respectivamente– qué gracias al turbo IHI con presión de soplado de 0,61 a 0,86 bares, rendía 280 CV a 6.500 revoluciones y 380 Nm de par a 3.000 revoluciones. Unas cifras que no era precisamente malas y que se aplicaban sobre el asfalto mediante una tracción total permanente con tres diferenciales de deslizamiento limitado –Torsen delante, viscoso central y de láminas atrás– y de un cambio manual de cinco relaciones.

A España llegó en primer término la versión GSR, que aquí se conoció como RS2, que debido a su mayor equipamiento tenía un peso ligeramente mayor –1.280 kilos–. Solo llegaron, según parece, 102 unidades del Carisma Evolution VI RS2 y la mayoría acabaron en competición.

El mito del Lancer Evolution es casi más grande que la fama de la propia Mitsubishi

De todas formas, la prensa de la época tuvo tiempo de probar el coche y todos los miedos por su posible “domesticación” desaparecieron al primer golpe de acelerador. Según la revista Autopista, por ejemplo, la explosión de potencia era más brusca que en el EVO V y “te catapultaba hacia delante como solo los superdeportivos podían hacerlo”, al tiempo que se aseguraba que no había coche que pudiera seguir su ritmo en una carretera de montaña.

A modo de curiosidad, los que probaron el Mitsubishi Carisma Evolution VI RS2 catalogaron el habitáculo de espartano y se quejaron de que la rumorosidad era demasiado alta. También se criticó que no podía montar ABS ni como opción…

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Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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