La segunda generación del Mercedes SLK –cógido interno R171– fue diseñada por Steve Mattin, quien buscó romper con la línea de la primera iteración del modelo, que fue criticado por ser demasiado conservador. Además, tuvo casi carta blanca, algo de lo que pocos diseñadores pueden presumir y aprovechó para inspirarse en el abanderado de la época, el Mercedes SLR McLaren. Así, cuando se presentó oficialmente, solo tenía en común con la generación saliente el techo metálico retráctil, seña de identidad del modelo y un detalle que no se podía dejar atrás. Era un auténtico Mercedes, pero era más atrevido y deportivo que la primera entrega del SLK.
En aquellos años, AMG estaba en plena ebullición y su nivel de actividad era casi febril y llegó a tener más de 16 modelos con cerca de 500 CV de media: sedanes, coupés. todoterrenos y por supuesto, descapotables. Si seguimos las tendencias de la época, tendríamos que sumar un “coupé-cabriolet”; como era el Mercedes SLK al tener un techo plegable metálico. No obstante, nosotros lo vamos a considerar como lo que es: un descapotable –todo coche en el cual, se pueda retirar el techo, es un descapotable–. De hecho, la versión AMG del SLK R171 era especialmente interesante, pues cambió el V6 M11 del Mercedes SLK32 AMG, por un enorme V8 atmosférico, y lo combinó con una inédita caja de cambios automática de siete relaciones.
Los años 2000 fueron los años del V8 “55” de AMG, un propulsor que sirvió para dar vida desde el Mercedes SLK hasta el Mercedes SLR, un motor muy polifacético, que rendía desde 360 hasta 626 CV. Un bloque de 5.439 centímetros cúbicos que se tomó directamente del Mercedes C55 AMG, aunque hubo que realizar algunos cambios, pues no entraba en el vano; aunque desde AMG habían convencido a los jefazos de hacer un vano motor grande, un V8 de 5,5 litros ocupa mucho espacio y para poder meterlo en el SLK se tuvieron que rediseñar los colectores de admisión y se instaló un radiador de aceite. El resto se mantuvo intacto. Las cifras eran espectaculares para el tamaño del coche: 360 CV a 5.750 revoluciones y 510 Nm a 4.000 revoluciones. Era un motor, por así decirlo, percherón, pues solo ofrecía una potencia específica de 66 CV por cada 1.000 centímetros cúbicos, aunque esa característica también le otorgaba una personalidad muy particular y un sonido brutal.
El cambio era de nuevo desarrollo, el 7G-Tronic, que se complementó con unos mandos en el volante –un par de botones tras los radios del volante–. A día de hoy, encontrarse con cajas de cambio con muchas relaciones es lo más normal, pero entonces llamó la atención sus siete marchas, que tenían como objetivo rebajar los consumos a velocidades elevadas.
Con 1.465 kilos podemos considerarlo ligero, además, la relación peso potencia, con 4,06 CV/kg, era bastante buena. Por ello, es lógico que Mercedes anunciara un 0 a 100 km/h en 4,9 segundos, un 0 a 200 km/h en 17,5 segundos, los 400 metros desde parado en 13,2 segundos y los 1.000 metros también con salida parada en 24 segundos.
Estéticamente hablando, el SLK 55 AMG no cambiaba muchas cosas con respecto al resto de la gama, aunque las diferencias permitían apreciar que no era un SLK cualquiera, sobre todo si uno lo veía desde atrás, con las cuatro salidas de escape de buen tamaño –dos a cada lado–. El habitáculo, con un nivel de calidad que Mercedes debería recuperar, el diseño se mantenía muy discreto, aunque contaba con unos asientos muy deportivos y algunos detalles que delataban su condición, como el emblema de AMG con la grafía “V8” debajo, en el reloj del tacómetro.
Para rematar, se podía adquirir el Pack Performance, que incluía suspensión más firme, pinzas de 6 pistones y discos de composite delante, inserciones de carbono en el interior, llantas AMG de 18″ de dos piezas, volante AMG Performance de menor diámetro, levas e inserciones de aluminio y se eliminaba la limitación de velocidad, así que podía alcanzar los 280 km/h.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS