Coche del día: Mercedes E290 TD

Coche del día: Mercedes E290 TD

No era el más potente de la categoría, pero si ofrecía un refinamiento y una suavidad de funcionamiento por encima de la media


Tiempo de lectura: 4 min.

El Mercedes E270 TD era, a mediados de los 90, el coche más popular entre los taxistas alemanes. Quizá pueda parecer una afirmación poco elegante y nada agraciada, pero en realidad es todo lo contrario, ya que su presencia en la flota de taxis alemana tenía sus motivos: fiabilidad y consumos. Si no, ¿por qué alguien que tiene como herramienta de trabajo un automóvil, iba a escoger, precisamente, un Clase E con motor diésel?

Hay gente que tiene a Volkswagen como máximo exponente de la tecnología diésel, y en parte no les falta razón, ya que fue la firma alemana la que espoleó el desarrollo de los motores turbodiésel. Sin embargo, el auténtico abanderado de los diésel es Mercedes, pues ya tenía en su gama motores alimentados por gasóleo allá por la década de los 50. Desde entonces, la compañía de la estrella ha desarrollado su tecnología paso a paso, hasta lograr colocarse entre los mejores. Nunca ha tenido los mejores motores diésel, pero siempre han estado entre ellos, tanto por prestaciones como por consumos y durabilidad.

El Mercedes E270 TD era uno de los primeros en montar inyección directa de combustible y desechar la precámara, una técnica que, por otro lado, se mantenía en motores de mayores prestaciones como el E300 de 177 CV. En este caso, hablamos de un motor con 129 CV, una potencia que se posicionaba en la media del segmento y que lograba mover todo el conjunto con bastante dignidad. Sobre todo cuando se comenta que el Clase E W210 era uno de los coches más grandes y pesados de su categoría –4.795 milímetros de largo y 1.540 kilos de peso–.

Mercedes, con el W210, puso en circulación una de las generaciones más cuidados del Clase E, pero todavía mantenía el estilo clásico y tradicional que tuvo la marca durante muchos años

Mercedes E270 TD (2)

Dicho propulsor desplazaba 2.874 centímetros cúbicos mediante cinco cilindros cuyos pistones, tenían una carrera bastante larga –92 milímetros frente a 89.9 milímetros de diámetro–. La culata tenía dos válvulas por cilindro y un árbol de levas, así como los inyectores del sistema de alimentación, para rendir esos 129 CV antes mencionados –a 4.000 revolcones– junto a 30,6 mkg –unos 300 Nm de par— a 1.800 revoluciones. Era el menos potente del segmento, pero su funcionamiento era el más refinado y además, era el que mejores consumos obtenía.

Por ejemplo, el 2.5 TDI de cinco cilindros de Volkswagen Audi tenía 140 CV, pero era más ruidoso y más traqueteante que el bloque de Mercedes y además, tenía un consumo algo más elevado. Concretamente, entre dos y cinco décimas más en todas las mediciones. Y no hablemos ya del propulsor de seis cilindros e inyección indirecta del BMW e39, cuyos consumos eran, por general, entre medio litro más altos de media –en ocasiones se podía alcanzar el litro de diferencia–. Para ser más exactos, el Mercedes E290 TD tenía un gasto medio cada 100 kilómetros de 7,2 litros, lo que permitía presumir de una autonomía de 920 kilómetros con un depósito de 70 litros.

Como buen Mercedes, las características más destacables del E292 TD eran, además de su motor, su calidad de fabricación y el confort de marcha. Ambos apartados estaban a un nivel muy superior al resto, procede de una época en la que pocas concesiones al ahorro de costes se tenía en cuenta en la marca alemana, y eso se notaba. No era, por otro lado, ni medianamente deportivo, era otra época diferente a la actual y la compañía alemana se mantenía fiel a la tradición de coches bien hechos, confortables y lujosos.

Eso sí, el Mercedes E290 TD era caro, el más caro del segmento: 6.400.000 pesetas, 38.465 euros de finales de los 90, que serían equivalentes a 71.045 euros. Y ojo, porque las llantas, por ejemplo, y el climatizador, eran opcionales y se pagaban aparte.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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