El Mercedes 280 SE era uno de los turismos más caros que se podían comprar en España, allá por 1981. El precio de partida era de 3.600.000 pesetas, 21.637 euros de la época –equivalentes a 117.835 euros de 2024–, tarifa por la que se tenía acceso a una calidad que hizo famosa a la firma alemana, pero, como ocurría antes, a un coche con una larga lista de opciones y todas, además, muy caras.
Mercedes siempre ha sido sinónimo de calidad y prestigio, no importa la época de fabricación del modelo, la calidad y el lujo son las notas predominantes. Lujo, por cierto, muy diferente según la época de fabricación del coche. Por ejemplo, en los años 80, la presencia del cuero no era tan importante y un Mercedes podía ser lujoso sin asientos tapizados de cuero, de hecho, no sería la primera vez que reciben alguna crítica por ofrecer una sujeción muy limitada.
Así, el Mercedes 280 SE estaba posicionado, a comienzos de los 80, como un automóvil de auténtico lujo, no en balde, hablamos de una variante de la Clase S que se ofrecía en la década de los 80 y eso, como cabe esperar, conlleva ser la máxima expresión de Mercedes en turismos “convencionales” –es decir, deportivos aparte–. Sin embargo, aunque se trata de una versión del Mercedes Clase S, y a pesar de tener un precio altísimo, no tenía ABS de serie –su precio, como extra, era de de 213.000 pesetas–, no tenía los cuatro elevalunas eléctricos –costaban 110.000 pesetas– y no tenía, entre otras cosas, aire acondicionado –Mercedes pedía nada menos que 278.000 pesetas, o bien, 333.000 pesetas si era de control electrónico–.
El Mercedes 280 SE destacaba, principalmente, por su calidad de fabricación y su elevado confort de marcha
Los coches de alta gama, antes, por lo general, contaban con un equipamiento muy limitado. Se decía que eran coches para crear “a la carta”, lo que permitía que los fabricantes se gastaran mucho dinero en la calidad de fabricación, a no tener que añadir equipamiento que subía el precio de venta.
El Mercedes 280 SE era un auténtico transatlántico, como se suele decir, un coche que superaba, por mucho, a casi cualquier modelo que un españolito de los 80 podía adquirir. Y uno de los mejores argumentos estaban bajo el capó, donde había un seis cilindros en línea con 2.746 centímetros cúbicos, inyección mecánica Bosch, dos árboles de levas en culata y capaz de rendir 185 CV a 5.800 revoluciones y 24,5 mkg a 4.500 revoluciones.
Dicho motor se combinaba con un cambio manual de solo cuatro marchas, con un desarrollo final en cuarta de 33,5 km/h a 1.000 revoluciones, que permitía rodar “con toda tranquilidad” a 200 km/h de velocidad máxima. Los 400 metros desde parado los hacía en 17,7 segundos y el kilómetro, en las mismas condiciones, en 31,8 segundos.
No era un coche de altas prestaciones, era un coche para viajar a velocidades que en España te llevarían a la cárcel, con el máximo confort y una sensación de seguridad muy elevada. Solo había que tener en cuenta el consumo, que podía ser muy elevado. En ciudad, por ejemplo, y según datos de la revista Autopista –número 1.158, publicada en 1981–, se “conformaba” con menos de 20 litros cada 100 kilómetros, mientras que en carretera, a un ritmo medio, el consumo bajaba hasta los 10,4 litros.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS