Coche del día: Ford Escort 1.8 TD

Coche del día: Ford Escort 1.8 TD

Elasticidad y capacidades ruteras como argumento


Tiempo de lectura: 3 min.

El Ford Escort 18 TD llegaba al mercado en 1996 como evolución de otra versión de similares características, pero claramente por detrás de sus principales competidores. Todavía no había explotado la popularidad del diésel, pero ya se empezaba a ver que, en el futuro, los motores diésel tendría un peso importante en el mercado gracias a las diferentes evoluciones que les hicieron ganar en prestaciones y en agrado de uso.

Los motores diésel se han usado en el automóvil desde la década de los 30, pero no fue hasta que alguien pensó en poner un turbo, cuando realmente empezaron a ganar popularidad gracias a las mejoras en prestaciones y consumos. Sin embargo, el turbo, aunque por lo general se haya usado para extraer potencia, no siempre se ha usado así. El Ford Escort 1.8 TD es una clara muestra de que, en ocasiones, el turbo no aumenta la cifra de potencia, mejora el agrado de uso, los consumos y el tacto de conducción.

Así es como se usan los turbos en pleno Siglo XXI, para mejorar la elasticidad, los consumos y la entrega de potencia, que no la cifra máxima. Precisamente lo que buscó Ford a mediados de ojos 90 en la gama Escort, pues sobre el papel, se quedaba por detrás del rival a batir, el 1.9 TDI de Volkswagen –apareció por primera vez en 1991 con 90 CV… –. No obstante, por agrado de uso y por consumos, las diferencias no eran tantas.

El Ford Escort estrenó el motor que serviría de punto de partida para el 1.8 TDCI que usaría más tarde el Ford Focus

Ford Escort 1 8 TD (2)

El Ford Escort 1.8 TD tenía un motor de 1.753 centímetros cúbicos, dos válvulas por cilindro e inyección indirecta, asistido por un turbo de baja presión que no estaba ahí para multiplicar la potencia. La marca anunciaba 70 CV a 4.500 revoluciones y 135 Nm de par a 2.500 revoluciones, solo 10 CV más que el motor al que se reemplazaba y 30 CV menos que el 1.9 TDI alemán. El caso es que, según cuentan en Coche actual –número 445–, sus bondades eran otras: elasticidad, una muy suave entrega de potencia, así como una notable facilidad para recuperar. Por otra, estaban las vibraciones y el sonido, demasiado marcadas para un coche de la calidad del Ford Escort.

Ford ya destacaba en los 90 por una calidad de factura muy elevada, al igual que destacaba por un tacto de conducción especialmente logrado y un comportamiento de referencia en cada segmento. Sin embargo, no trabajaron nada el refinamiento del turbodiésel del Escort, era un motor de cierta tosquedad y ruido. Como se diría hoy día, sonaba como un tractor y vibraba igual.

Al menos, para las cifras anunciadas, era un coche relativamente rápido. La velocidad máxima, oficial, era de 163 km/h, mientras que el 0 a 100 km/h se hacía en 16,50 segundos. La mencionada revista Coche actual logró un 0 a 100 km/h en 16,3 segundos y un 0 a 1.000 metros en 37 segundos, así como un 80 a 120 km/h en quinta en 21,6 segundos –la quinta tenía un desarrollo de 38,5 km/h a 1.000 revoluciones–.

El Ford Escort 1.8 TD estaba pensado, claramente, para un uso rutero, a velocidad sostenida en carretera, sin miedo a realizar un kilometraje elevado. Además, no era caro, 2.200.000 pesetas, unos 13.222 euros de 1996 –sin tener en cuenta inflación–.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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