Aunque se pudiera pensar lo contrario debido a su gran parecido con los Rolls-Royce del momento, lo cierto es que el Bentley Turbo R de 1985 es uno de los modelos más fieles a la identidad de la marca. De hecho, es el segundo en una lenta deriva gracias a la cual se recuperaron atributos propios hasta desembocar en una gama al fin separada de la de Rolls-Royce. De esta manera, la histórica casa británica regresaba a una senda deportiva que incluso la llevó de nuevo a Le Mans con el Speed 8 tras más de siete décadas de ausencia. Un largo periodo en el que Bentley fue poco más que una derivación de los modelos Rolls-Royce desde que ésta la comprase en 1931.
Así las cosas, lo mejor será ir por partes. Y es que, para entender las razones del Bentley Turbo R hay que remontarse a finales de los años veinte. Una época en la que la marca era una de las habituales en el trazado de Le Mans siendo la quinta esencia de la deportividad británica tal y como años después la defendería Jaguar. Todo ello comandado por los llamados Bentley Boys. Un grupo de excéntricos y adinerados amantes de la velocidad entre los cuales se encontraba Tim Birkin. Piloto que tras la compra de Bentley por parte de Rolls compitió con monturas Alfa Romeo y Maserati, no sin antes dejar su huella en la ingeniería gracias a favorecer la creación del Blower.
Una variante del Bentley 4 ½ de 1927 dotada de sobrealimentador para rendir hasta 240 CV en las unidades de competición más afinadas. Cifra realmente llamativa para la época, convirtiéndose así en el último gran modelo de Bentley antes de pasar a ser una línea de acabados de Rolls-Royce más que una marca con sentido y proyecto propios. De hecho, quitando algunos modelos como el R-Type Continental de 1951, la personalidad de la marca no regresó hasta los ochenta con la aparición de los modelos turbo. Un camino en el que se inserta el Bentley Turbo R como uno de lo mejores y más icónicos modelos en la historia – y resurrección – de la marca alada.
Tras su absorción en 1931 por parte de Rolls-Royce debido a problemas financieros derivados del Crack del 29, Bentley fue destinada a ser más una línea de acabados que una marca con sentido y proyectos propios
Bentley Turbo R, mirar al futuro guiñando un ojo al pasado
Moviéndonos en los ochenta resulta normal que una marca como Bentley recurriese al turbocompresor para aumentar la potencia de sus motores. No en vano, gracias a Renault este componente entró con fuerza en Le Mans y la F1 para posteriormente ser admitido incluso por marcas tan apegadas a las mecánicas atmosféricas como Ferrari. De esta manera, la casa inglesa recuperaba la estrategia que décadas antes usara en el Blower recuperando el brillo de épocas pasadas.
Eso sí, tomándose su tiempo para lograr motores con una respuesta constante y fuerte desde bajas vueltas como si se tratase de un atmosférico. Por ello, a finales de los setenta recurrieron a los servicios de Broadspeed. Un especialista en sobrealimentación de los motores – diferente a la empresa de mismo nombre responsable de los Mini GT – con el cual desarrollaron al Mulsanne Turbo de 1982. Primer modelo de este tipo desde el Blower, llegando hasta los 300 CV sin una presión lo suficientemente fuerte como para comprometer la suavidad. Verdadera cuadratura del círculo. Sin duda todo un alarde de ingeniería para los tiempos iniciales del turbo.
Tras este éxito, la dirección de Rolls-Royce apostó por seguir remarcando la personalidad de su filial con el Bentley Turbo R de 1985. Un modelo mucho más revolucionario de lo que se pudiera pensar al contemplar su línea continuista, bajo la cual se esconde un V8 de 6,7 litros donde la carburación se sustituye por la inyección para rendir unos 330 CV. De esta manera, la histórica casa británica volvía a moverse en niveles de potencia donde la deportividad podía mezclarse con la sempiterna elegancia y habitabilidad que ya lucían los 4 ½ de los años veinte.
Con los modelos turbo de los ochenta no sólo se recuperaba la senda marcada por el Blower seis décadas antes, también se ponía la primera piedra para recuperar el carácter diferenciado de Bentley respecto a Rolls-Royce
Además, para afianzar la respuesta deportiva del Bentley Turbo R se instaló una barra estabilizadora más rígida, se endurecieron las suspensiones y se montaron neumáticos más anchos. Características que ayudaron al reposicionamiento de la marca, con un público entusiasmado ante el regreso al espíritu de los años veinte como demostraron las más de 6.000 unidades vendidas hasta la clausura del modelo en 1998. Por todo ello, no hay duda sobre lo adecuado que resulta en el mercado automovilístico marcar una vía propia con la cual destacar gracias a la personalidad y la diferenciación.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS