El Audi Q3 2.0 TDI con 177 CV es, muy posiblemente, uno de los SUV más deseados hace ya más de 10 años. Audi, en aquellos años, estaba en uno de sus mejores momentos y la tecnología diésel todavía dominaba las ventas con mano de hierro y el Q3 2.0 TDi era una de las referencias, una bastante cara: 37.320 euros –de 2012–.
Durante la primera década del Siglo XXI, los SUV empezaron a demostrar su poderío comercial. BMW obtenía éxito con el X3 y con el X5, Mazda había puesto en circulación el CX-5 con similares resultados, el Range Rover Evoque arrasaba con su diseño, el Nissan Qashqai acumulaba miles de unidades matriculadas en toda Europa –apareció en 2007– y los fabricantes, con semejante trozo de pastel para repartirse, se tiraron en masa al segmento SUV.
Curiosamente, Audi, que se había convertido en uno de los principales actores del panorama mundial, solo había puesto en circulación dos SUV: el Audi Q7 y el Audi Q5, dos modelos lejos de la mayoría de los usuarios por su elevado precio y por su tamaño, claro. El Q5 era un SUV de tamaño medio, pero el Q7 era un SUV de representación y más de 4,7 metros de largo. Hubo que esperar hasta 2011 para que la marca se decidieron a lanzar un SUV compacto basado en la plataforma del A3 –compartida con el León, Golf y compañía–: el Audi Q3.
Hubo quien dijo que Audi llegaba tarde a la fiesta y que acabaría por sufrir, pero más bien fue lo contrario. Daba la impresión de que la gente esperaba que la firma de los cuatro aros lanzara un SUV compacto, pues el Q3 empezó a verse por las calles como si los regalaran; todos, o casi, con motores turbodiésel, por supuesto. Pronto se convirtió en una de las referencias, sobre todo equipado con el 2.0 TDI de 177 CV, uno de los motores con mejores prestaciones y consumos más bajos de su tiempo.
De serie, el cambio era manual de seis relaciones. En aquellos años, todavía se vendían más coches con cambio manual que automático
El Audi Q3 2.0 TDI con 177 CV fue uno de esos modelos deseados por muchos: fácil de conducir, calidades muy elevadas, diseño “auténticamente Audi” y potencia a raudales. Esto último, todo sea dicho, era uno de los mayores argumentos. Eran 177 CV “oficiales” a 4.200 revoluciones y unos nada despreciables 38,7 mkg entre 1.750 y 2.500 revoluciones extraídos de un cuatro cilindros con 1.968 centímetros cúbicos, turbo e intercooler, inyección directa y culata multiválvulas.
Según datos oficiales, podía alcanzar los 212 kilómetros/hora, completar el 0 a 100 kilómetros/hora en poco más de ocho segundos y, al mismo tiempo, gastar 5,9 litros de media gracias, también, a un cambio automático de siete relaciones y doble embrague que se ofrecía como opción.
La prensa de la época, como curiosidad, destacó el poco nivel sonoro del motor, que no era precisamente mudo, pero comparado con el anterior 1.9 TDI, era como el canto de una sirena. Además, la pisada era estable, la calidad de rodadura muy alta y la sensación de control máxima. La facilidad en caso de error era la nota predominante, como en todo Audi, y los kilómetros pasaban sin que el pasaje notara nada.


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Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS