Entre la conducción manual de toda la vida y la conducción autónoma existe un término medio, en el que se incluyen los asistentes a la conducción (ADAS), que bien alertan al conductor de que está haciendo algo malo, o directamente le corrigen. Fue a principios del siglo cuando estos sistemas empezaron a popularizarse.
Sin llegar a un nivel semiautónomo, hoy día es frecuente ver que un modelo de precio razonable puede tener algún sistema de frenado automático, una cámara en el parabrisas que percibe otros vehículos o líneas viales, sensores de ultrasonidos en los paragolpes e incluso un control de crucero asistido por radar.
Dichos sistemas tienen como finalidad reducir las consecuencias de los accidentes o evitarlos, por lo que debemos enmarcarlos dentro de los sistemas de seguridad activa. Entre sus pegas hay que hablar del elevado precio de adquisición, que bien pueden considerarse inversiones en salud y totalmente amortizados si evitan un solo accidente grave.
Hay otra dimensión menos conocida, la de que en caso de reparación estos sistemas incrementan los costes de forma más que notable. La AAA estadounidense (American Automobile Association) ha hecho un estudio al respecto. Reparar estos sistemas después de un golpe puede incrementar la factura en 3.000 dólares -en el peor caso 5.300-, considerando que un tercio de los conductores no pueden asumir un imprevisto de 500 dólares. Convirtiendo de una pata a euros los datos se entienden mejor.
No solo se trata de que hay que reemplazar dichos sistemas, sino recalibrarlos por personal especializado para que vuelvan a cumplir su función de forma precisa. Hay que entender esto cuando se comenta que cambiar un parabrisas entero puede subir a 1.500 dólares (o el triple de lo normal) si tiene detrás un precioso par de cámaras de visión computerizada y no vale precisamente cualquier parabrisas.
Razones de más para tener un precioso todo riesgo como modalidad de seguro, habiendo incluido en la cobertura los extras, por lo que pueda pasar. Teniendo la posibilidad de meter una franquicia razonable, no merece la pena el riesgo. A veces la diferencia de cuota entre un T/R con franquicia y un terceros ampliado es de ¿200 euros al año?
No menos cierto es que se puede compensar de sobra la balanza con evitar uno o varios accidentes, en los que lo de menos sería reparar unos sensores, parabrisas o paragolpes. Según el IIHS, institución reconocida del país, solamente usando un asistente de mantenimiento de carril (o lane assist) se reducen los accidentes relacionados en un 86 %.
Sirvan estas líneas no solo para seguir recomendando la adquisición de todos los asistentes de seguridad posibles del modelo en cuestión -mejor eso que ir con una armadura de 2 toneladas que volcará con facilidad– sino tener en mente que sus pupas salen caras, y que es mejor estar convenientemente cubiertos.
Javier Costas
Me gustan los coches desde que tengo uso de razón (o antes). Tras haber conducido más de 400 coches aquí sigo, divulgando y aprendiendo a partes iguales sobre las cuatro ruedas. Vosotros habéis hecho que se convierta en mi pasión.COMENTARIOS