Coches del día: Mercedes E55 AMG (W211)

Coches del día: Mercedes E55 AMG (W211)

El sedán más rápido del mundo


Tiempo de lectura: 4 min.

El Mercedes E55 AMG podía resultar un coche discreto a simple vista, un efecto buscado adrede, pero cuando se pisaba el acelerador a fondo, el bramido que salía por los terminales de escape no era precisamente discreto. Durante los primeros compases de lo 2000, los Mercedes AMG tenían una personalidad muy clara: deportividad, pero sin incomodidad y sin llamar demasiado la atención, aunque cualquier aficionado podía darse cuenta de que ese coche, discreto para todo el mundo, gritaba como loco su condición de bestia vestida de traje.

Algunos de vosotros quizá no estuvisteis en aquel final e inicio de Siglo, en aquel cambio de milenio, que traía consigo el temido “efecto 2000”. En teoría, todo sería un desastre y la sociedad se iría a tomar viento cuando los ordenadores cambiaran a una fecha para la que, según se decía, no estaban preparados. Obviamente, nada cambió, o quizá sí, pero para bien. Fue una época realmente interesante para el sector del automóvil, con lanzamientos que hoy son míticos, cambios de rumbo, apuestas que hoy parecen una locura… Una época emocionante que hoy, muchos miran con un poco de nostalgia.

En aquellos años, por ejemplo, fue cuando las creaciones de AMG afianzaron su fama. La firma alemana inició la absorción de AMG en 1999, pero no fue hasta el año 2005 cuando, finalmente, se convirtió en una subsidiaria de la entonces Daimler AG. Para entonces, ya habían puesto en circulación el que fue, por aquellos años, el sedán de producción más rápido del mundo: el Mercedes E55 AMG –antes no eran Mercedes-AMG, sino que las míticas siglas aparecían al final de la denominación, como sello especial–. Nadie ajeno al mundo del automóvil había sido capaz de afirmar algo semejante, y eso era parte su encanto.

Los cuatro grandes terminales de escape son una seña de identidad de todo Mercedes AMG y le dan ese toque deportivo y un sonido casi gutural

Mercedes E55 AMG (2)

Todos los Mercedes AMG eran, hace años, coches relativamente discretos. Los fabricantes alemanes nunca alardeaban de potencia o prestaciones en sus diseños, pues, a pesar de sus prestaciones, eran coches diseñados para usarse diariamente y eso requería discreción. Había detalles que delataban su condición, como las cuatro grandes salidas de escape, las llantas con mucho diámetro o los frenos, más propios de coches deportivos, pero el resto era casi normal. No obstante, el Mercedes E55 AMG podía hacer los 1.000 metros con salida parada en 23,49 segundos y el 0 a 100 kilómetros/hora en menos de cinco segundos. Era una auténtica bestia.

Bajo la discreta carrocería de nada menos que 4.849 milímetros de largo, había cosas muy interesantes. De entrada, en el vano motor se escondía un V8 de 5.439 centímetros cúbicos de carrera corta –97 milímetros de diámetro y 92 milímetros de carrera–, una compresión de 9:1, tres válvulas por cilindro, un árbol de levas por culata y un compresor volumétrico Lyshonlm que “soplaba” a 0,8 bares, acompañado de un intercooler. Un motor capaz de rendir, según datos oficiales, 476 CV a 6.100 revoluciones y 71,4 mkg entre 2.650 y 4.500 revoluciones. Y decimos “oficiales”, porque los responsables de la marca confesaron en diferentes ocasiones, que la cifra de potencial real estaba más cerca de los 500 CV. El cambio era automático con convertidor de par, cinco relaciones, mando secuencial Speedshift –toda una declaración de intenciones en aquellos años– y una gestión electrónica desarrollada por AMG.

Los consumos, en aquellos años, eran buenos para el tipo de motor, para el tamaño del coche y para lo que corría, pero hoy pueden parecer un disparate. Según la revista Automóvil, el consumo medio podía rondar los 16 litros cada 100 kilómetros, aunque podía subir hasta casi 21 litros en circulación por ciudad. De todas formas, si en aquellos años podías pagar los 103.300 euros que costaba el Mercedes E55 AMG, no te importaba demasiado esos consumos y además, podías presumir de un 0 a 400 metros en 13,04 segundos, de una aceleración de 20 a 120 kilómetros/hora en 6,09 segundos o de recorrer 1.000 metros, desde 50 kilómetros/hora en quinta, en 21,84 segundos.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.

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Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.