El Mercedes 190E 2.3 apareció en 1987 como escalón inmediatamente inferior al 190E 2.6, un coche que ofrecía un mayor equilibrio entre prestaciones, equipamiento y precio, aunque todavía resultaba espectacularmente caro incluso comparado con cualquier modelo actual. Mercedes pedía por un 190E 2.3 nada menos que 4.476.381 pesetas, unos 26.903 euros de 1987. Según la calculadora online del INE, es equivalente a 84.180 euros de 2025.
La puesta en escena del Mercedes 190E fue todo un acontecimiento. Era el modelo más pequeño que la marca ponía en producción, aunque su tamaño no afectaba a otras cualidades, como la calidad de acabado, la conocida robustez de los coches con la estrella en el frontal y en general, a su ingeniería. Cosas que ya sabemos todos, pues se han contado infinidad de veces; el 190E fue un coche al que podríamos considerar como rupturista.
Una de las cosas más llamativas que se pueden destacar del famoso “baby Benz”, es que nunca contó con versiones realmente potentes y prestaciones, más allá de los 16 válvulas –los 2.3 16v y 2.5 16v en sus respectivamente evoluciones–. Ahí está, por ejemplo, que el motor alimentado por carburador y 90 CV que tenía cuando se iniciaron las ventas. Pero claro, en aquellos años, la potencia no era uno de los argumentos por los que alguien se compraba un Mercedes. No obstante, como ocurre con todo, los clientes siempre demandan más y no es menos cierto que la gama del modelo estaba un poco desequilibrada. La versión más asequible, con motor gasolina, rendía 102 CV, la más potente, al menos al inicio de la comercialización, 185 CV. El más cercano al 2.3 16v, el 190E 2.6, presumía de 160 CV, que se quedaban muy lejos de los 122 CV del 190E 2.0.

La alta gama antes era muy diferentes y se valoraban cosas muy distintas, como lo demuestra el Mercedes 190E 2.3, que no tenía ni aire acondicionado ni ABS de serie
Así, con cuatro cilindros, 2.299 centímetros cúbicos, dos válvulas por cilindro e inyección Bosch K-Jetronic, anunciaba 136 CV a 5.100 revoluciones y 20,9 mkg a 3.500 revoluciones. No era, todo sea dicho, una cifra espectacular, pero es evidente que acortaba la diferencia entre versiones y se convertía, además, en la versión más coherente de la gama 190E. Incluso por prestaciones suponía una opción muy lógica. La velocidad máxima era de 202 km/h –en cuarta–, recorría el kilómetro con salida parada en 31,2 segundos y con salida desde 50 km/h en quinta en 38,2 segundos. Solo se podía criticar una quinta marcha, cuyo desarrollo era llamativamente largo: 44,90 km/h a 1.000 revoluciones.
La prensa de la época destacó el buen comportamiento del eje trasero y lo complicado que resultaba sacarlo del sitio, incluso ahuecando gas en pleno apoyo el coche seguía por su sitio sin apenas inmutarse. Las ruedas, con medidas 185/65 en llanta de 15, grandes para la época, ayudaban a que el eje trasero fuera casi inamovible. Como curiosidad, unos comentarios de J. Bañeres, quien probó el Mercedes 190E 2.3 para la revista Autopista en 1987: “conocemos muy pocos vehículos en los que se pueda mantener una conversación en voz baja a 180 km/h”. ¿Os imagináis a una revista actual con declaraciones semejantes?
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS