El SEAT Ibiza 1.9 SDi representaba el acceso a la gama diésel del modelo español. Una opción eminentemente práctica y funcional, cuyo mayor argumento estaban en el consumo, especialmente reducido. Sin embargo, las prestaciones eran algo justas, pues el motor no estaba sobrealimentado y no era muy potente. Sí, la fiabilidad era a prueba de bombas, o casi, pero era un coche decididamente lento.
Conocido como 6K2, el restyling de la segunda generación del SEAT Ibiza, que más bien merece ser tratado como una generación aparte, aprovechó las bondades que ya había demostrado el modelo y lo aderezó con nuevos detalles y mejoras en todos los apartados. Paso de ser un aspirante a convertirse en una de las referencias del segmento tanto en comportamiento como en prestaciones e incluso en espacio interior. Así, el éxito llamó a la puerta de SEAT, que decidió, entre otras cosas, mantener en la gama el motor diésel atmosférico como versión más básica.
La decisión fue todo un acierto, porque se posicionó como una de las versiones más vendidas del modelo español y eso que no era barato: 1.955.000 pesetas, 11.780 euros de 1998-1999. El Renault Clio 1.5 dCi, en su versión de 65 CV, más moderno y mejor equipado –se lanzó al mercado en 1999–, costaba 1.821.927 pesetas. Un ejemplo que nos permite apreciar la buena imagen que tenía el SEAT Ibiza en aquellos años, incluso en su versión más pobre prestacionalmente hablando.
Si era diésel, su éxito estaba asegurado, sin importar, casi, el nivel de prestaciones. Aunque también es justo reconocer que los ajustados precios ayudaban mucho y el Ibiza 1.9 SDi era una de las versiones más baratas

En la práctica, aunque el motor no era un portento de poderío, el SEAT Ibiza 1.9 SDi ofrecía un margen de uso notablemente amplio para la mayoría de los usuarios. La prensa de la época hacía hincapié en que su hábitat natural era el centro de las ciudades, aunque también afirmaba que podía mantener cruceros de 140 km/h sin problemas de ningún tipo –aunque con el acelerador aplastado sobre la moqueta–, lo que unido a unos consumos de risa, los viajes largos no estaban fuera de la ecuación. Solo había que tener cuidado en adelantamientos en carreteras convencionales, pues no había potencia para salir disparados y hacía falta mucho espacio para completarlos.
Algo lógico, pues, no en balde, el Ibiza 1.9 SDi escondía bajo su capó el bloque de 1.896 centímetros cúbicos con culata de dos válvulas y un solo árbol de levas, pero sin ningún tipo de sobrealimentación. Rendía 64 CV a 4.200 revoluciones y 13,1 mkg a 2.400 revoluciones, que se enviaban a las ruedas delanteras mediante un cambio manual de cinco relaciones y desarrollos no muy largos –la quinta era de 38,53 km/h a 1.000 revoluciones–. Merece la pena destacar que el Ibiza SDi pisaba el asfalto sobre pequeñas ruedas de 13 pulgadas y 175 milímetros de ancho y pesaba 1.080 kilos.
En cuanto a cifras, la velocidad máxima era de 158 km/h, el 0 a 100 km/h lo completaba en unos largos 16,2 segundos, el 0 a 400 metros requería 19,52 segundos y los 1.000 metros, también con salida parada, los hacía en 36,72 segundos. No obstante, el argumento de venta del Ibiza SDi era su consumo: 5,7 litros de media, en ciudad, según la revista Autopista, no pasaba de 6,7 litros y en autopista a 120 km/h se quedaba en 5,5 litros. Por ello, podía presumir de una autonomía de 790 kilómetros con un depósito de 45 litros.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS